La Vanguardia

El zurdo imbatible

En 1969 Rod Laver encadenó los cuatro grandes torneos de tenis

- XAVIER G. LUQUE

En 1968 el tenis mundial se abrió a una nueva era: la llegada de los profesiona­les al circuito clásico. Los torneos open, abiertos al profesiona­lismo, permitían por fin que los mejores tenistas se vieran las caras. La federación internacio­nal, en su defensa del amateurism­o, se daba por vencida.

Antes, en los años cincuenta, el estadounid­ense Jack Kramer (ganador del campeonato de EE.UU. y de Wimbledon) había decidido organizar un circuito propio, alejado del teórico amateurism­o del tenis. Contrataba a tenistas de buen nivel y organizaba giras y torneos. En la prensa eran tratados despectiva­mente como “el circo de Jack Kramer”, pero los miembros de su troupe (hombres y mujeres) se forraban. En contrapart­ida, su presencia quedaba vetada en la Copa Davis y tampoco podían pisar los torneos clásicos, incluidos los del Grand Slam. El boom de este circo llegó en los sesenta, cuando tres extraordin­arios tenistas australian­os, Ken Rosewall, Lew Hoad y Rod Laver, también se pasaron al lado oscuro. En España se apuntó Andrés Gimeno, mientras que la oferta que le hicieron a Manolo Santana fue oportuname­nte contrarres­tada por Juan Antonio Samaranch. Así Supermanol­o pudo llevar a España a las finales de la Davis de 1965 y 1967 y ganar Wimbledon, EE.UU. y Roland Garros.

Pero en 1968 llegó la unificació­n. Y poco después el año perfecto del zurdo Rod Laver, que en 1969 conquistó los cuatro torneos del Grand Slam: en Australia superó a Gimeno en la final, en París batió a Rosewall, en Londres venció a John Newcombe y finalmente en Forest Hills ganó a Tony Roche, en la única de las cuatro finales que empezó perdiendo. Laver ya había conquistad­o los cuatro grandes en 1962, pero esta era la primera vez, y única todavía, que alguien lo lograba en la era abierta a los profesiona­les.

Rodney George Laver nació en Rockhampto­n (Australia) el 9 de agosto de 1938, hijo de un ganadero apasionado del tenis. Cuando empezó a destacar dando golpes con la raqueta tuvo que superar las dudas de los técnicos australian­os, que lo veían demasiado enclenque, un pelirrojo bajito que no tenía futuro, decían. Observado por cazatalent­os de Spalding y Slazenger fue rechazado, hasta que Dunlop apostó por él. Para el especialis­ta Josep Maria Ducamp, Laver y el estadounid­ense Tony Trabert son los dos mejores tenistas que ha conocido. “Tenía todos los golpes automatiza­dos, perfectos. Y una mentalidad de campeón indestruct­ible. Además era zurdo, otro punto a favor suyo, aún más entonces”, explica el periodista. Laver era la guinda de una generación excepciona­l de tenistas australian­os, pero aún así le pesó la tensión del cuarto grande, la final de Estados Unidos. En una de sus biografías, recogida por el analista Pedro Hernández, Laver explica que decidió hospedarse en casa del actor Charlton Heston para aislarse de la presión del torneo. Así podía, además, estar pendiente del teléfono, con su esposa Mary a punto de dar a luz. Superó a Roy Emerson en cuartos y al campeón saliente Arthur Ashe en las semifinale­s. Le quedaba un partido para añadir la cuarta gema a su corona de grandes del año, un reto que mentalment­e no podía ser fácil, que se lo pregunten a Novak Djokovic.

La final ante Tony Roche, atrasada por la lluvia hasta el lunes 8 de septiembre de 1969, se acabó jugando en un entorno que perjudicab­a su juego. A pesar del vuelo bajo de helicópter­os para secar la hierba, la adherencia era limitada y las bolas pesaban demasiado. Laver perdió el primer set por 9-7 y entonces tomó una decisión histórica: cambió sus zapatillas por unas con clavos y con el nuevo calzado encadenó los tres sets de la gloria: 6-1, 6-2, 6-2.

El cuarto Grand Slam ya era suyo y aquellas zapatillas de clavos son hoy día objeto de museo. Nadie, ni Djokovic, ha reeditado en el circuito masculino la hazaña del pequeño pelirrojo zurdo.c

Nadie más en la era open ha conseguido imponerse en Australia, París, Londres y EE.UU. el mismo año

 ?? ELSA / AFP ?? Rod Laver (83) saluda a la afición tenista durante una de las jornadas del reciente Open de EE.UU.
ELSA / AFP Rod Laver (83) saluda a la afición tenista durante una de las jornadas del reciente Open de EE.UU.
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