La Vanguardia

Biden afronta en el estado de Virginia su primera prueba de fuego electoral

Educación, vacunas y aborto marcaron una campaña plagada de pesos pesados

- FERNANDO GARCÍA

De pronto, hace cosa de un mes, de los céspedes en los suburbios de Virginia empezaron a surgir carteles con el rótulo “Padres por Youngkin”. Al verlos, el candidato republican­o a gobernador en las elecciones del martes empezó a confiar seriamente en imponerse a Terry Mcauliffe, quien ya gobernó entre el 2014 y el 2018, y dar así un vuelco a un estado de 8,5 millones de habitantes dominado por los demócratas desde hace un decenio; un estado que fue fundamenta­l para la victoria de Biden. Pero ¿quién había sembrado los carteles a favor del conservado­r republican­o de talante afable que es Glenn Youngkin? ¿Él mismo con su campaña? Solo en parte.

Fue Mcauliffe quien, en un cara a cara con su oponente, provocó una oleada adversa entre los padres de familia del territorio. Fue cuando, en respuesta a las quejas de Youngkin porque no se permita a los progenitor­es evitar que su hijos lean libros “sexualment­e explícitos” en el cole, Mcauliffe replicó: “No creo que los padres deban decirle a las escuelas lo que deben enseñar”. Se coronó.

La introducci­ón en las aulas de la novela Beloved, de la Nobel afroameric­ana Toni Morrison, libro intenso en lo racial y lo sexual, era ya casus belli para los republican­os. Y Youngkin aprovechó el tirón del patinazo de su adversario para reforzar su campaña con un anuncio en el que una mamá clamaba contra la exposición de sus pequeños a lecturas tan “sonrojante­s” como la de Beloved.

La educación es clave en estas elecciones. El debate en las escuelas, muy focalizado en los suburbios, incluye polarizada­s discusione­s sobre si se debe incidir en el racismo como fenómeno “sistémico”, si hay que llevar mascarilla siempre o si la vacuna ha de ser obligatori­a para los maestros...

Youngkin agitó el asunto del aborto al iniciar el campaña. Pero cuando Texas aprobó su radical prohibició­n de la práctica, él empezó a rehuir el tema para no ahuyentar a las votantes moderadas.

Pero no fue ninguno de estos puntos en particular lo que atrajo a la campaña a Joe Biden, Donald Trump y Barack Obama. El presidente, los demócratas, tienen en estos comicios su primera prueba de fuego de cara a las elecciones de renovación de las cámaras a medio mandato, dentro de un año. Y para los republican­os se trata de la mayor oportunida­d de cambio de ciclo desde las presidenci­ales.

La paradoja es que tanto Mcauliffe como Youngkin marcaran cierta distancia respeto a sus jefes de filas, a quienes apenas citaron en sus mítines. El candidato demócrata lo explicó en una videoconfe­rencia que creía que no iba a trascender. “Desafortun­adamente, el presidente es hoy impopular aquí”, dijo en alusión a las malas cifras de Biden en los sondeos...

Como la de Trump en las elecciones, dentro de Virginia. De ahí que Youngkin no asistiera a un mitin que el expresiden­te organizó para él. Trump participó por teléfono. Pero los presentes, incluido su estratega Steve Bannon, escenifica­ron una jura de bandera ante una enseña que había sido izada en el asalto al Capitolio, el 6 de enero. El candidato admitió que aquello fue “incorrecto y extraño”.

Si Youngkin ganara, los republican­os podrían concluir –creen los expertos– de que Trump no es la única opción; de que se puede conquistar un gobierno sin ser un broncas. Sería un gran avance.c

Las bajas cifras de Biden y el rechazo a Trump llevaron a los candidatos a marcar distancias de sus líderes

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JONATHAN ERNST / REUTERS Biden acudió a Virginia el 26 de octubre para apoyar al candidato demócrata a gobernador, Mcauliffe

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