La Vanguardia

Los bloques se agrietan

- LOLA GARC A

Dice Elisenda Paluzie que “una parte del movimiento independen­tista ha desconecta­do”. O dicho de otra forma, creen que esto de separarse va para largo. Sin embargo, tanto a ERC como a Junts les cuesta desprender­se del ropaje procesista que ha alimentado su relato durante una década. De ahí la pertinacia de ambos en pactar con la CUP y mantener el espejismo de la unidad independen­tista. Se trata de una insistenci­a un tanto artificial. Los bloques que han imperado en la política catalana en los últimos tiempos se agrietan. Y se vislumbran cambios de parejas.

La CUP es imprevisib­le, pero si está poniendo en apuros a la mayoría independen­tista es porque ve con claridad que no va a haber mambo number 2, segunda parte del que anunció en septiembre de 2017. Los cuperos pueden pedir que salten por los aires el Hard Rock o los Juegos Olímpicos de invierno, pero todo eso sería digerible si en el plato les sirvieran otro plan hacia la independen­cia con plazos determinad­os. Eso no está ahora mismo sobre la mesa del president, Pere Aragonès. Pero dejar de lado a la CUP es para ERC y Junts tanto como reconocer que, pese al anhelado 52% de voto independen­tista, ese camino no es hoy por hoy transitabl­e.

Esto no va solo de aprobar unos presupuest­os. Esto va de cambiar o no la dinámica de bloques asentada en los últimos años, articulada en torno a la división entre partidario­s o no de la independen­cia. Pactar con alguien del otro lado del muro sigue siendo tabú.

Mientras Junts lleva años acusando a ERC de entregar “gratis” sus votos a los socialista­s “del 155” y la “represión”, los republican­os recuerdan siempre que la socioverge­ncia goza de buena salud en la Diputación de Barcelona. En el fondo, en ambas partes cunde la impresión de que la alianza con la CUP está agotando su viabilidad. La cuestión es quién aparece como el traidor al espíritu del 52%.

Si los cuperos le dejan en la estacada, Aragonès prefiere a los comunes para mantener cierta libertad de movimiento­s con el PSOE, pero también porque le sitúa en el centro de la escena, ya que puede pactar con los socialista­s en Madrid, con los comunes en el Parlament y gobernar la Generalita­t con Junts.

Los de Carles Puigdemont ven una oportunida­d de debilitar a Aragonès. Aunque en tiempos de Quim Torra ya se aprobaron unas cuentas con los comunes, ahora Junts veta esa opción y le recuerda al president que fue él quien corrió a negociar su investidur­a con los cuperos, antes incluso de hablar con ellos, a pesar de que el resultado electoral fue muy ajustado. Junts recuerda vivamente el desplante. Así que, en pocas palabras, le replica a Aragonès: ¿querías CUP? Pues dos tazas. Junts insistirá en que ERC no es capaz de salvaguard­ar “la mayoría del 52%” porque no tiene un plan para la independen­cia. Eso no significa que Junts vaya a salir del Govern si Aragonès aprueba las cuentas con el PSC o los comunes. De hecho, algunos consellers de Junts prefieren al PSC. No sólo porque sea una opción más cercana que los comunes en el eje izquierda-derecha, sino porque ERC ya no podrá echarles más en cara que Junts gobierne con los socialista­s en la Diputación. Y Abrir el espectro al PSC permite a Junts ampliar su radio de pactos, muy limitado ahora, pensando en el día después de las elecciones municipale­s, cuando haya que tejer alianzas para no perder poder territoria­l.

Y en medio de este baile con cambio de parejas incluido, parece que todo el mundo haya desconecta­do de los presupuest­os, a pesar de que de esas cuentas penden los fondos europeos o una mayor inversión en sanidad.

Esto no va de presupuest­os, va de saltar los muros de los últimos años y de quién “traiciona al 52%”

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