La Vanguardia

La diligencia importa frente a la covid

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Decíamos en nuestro editorial de anteayer que se había apreciado un progresivo descenso de la protección frente a la covid entre personas vacunadas según iba pasando el tiempo desde la administra­ción de la última dosis. Solía hablarse, al respecto, de meses, sin precisar mucho más. Pero un estudio del Instituto de Salud Pública de Navarra, al que ha tenido acceso La Vanguardia, aporta mayor concreción e invita, en consecuenc­ia, a tomar las medidas oportunas con la mayor diligencia. Señala dicho estudio que la protección del ciudadano tras recibir la segunda dosis sube hasta el 94% en lo tocante a evitar ingresos hospitalar­ios. Y hasta el 71% en lo relativo a eludir cualquier tipo de contagio, incluidos los leves o asintomáti­cos. Sin embargo, pasados tres meses desde esa segunda dosis, la protección en lo tocante a riesgo de ingreso hospitalar­io cae al 86%. Y en lo relativo a posibles contagios, pasados cuatro meses, se pasa del 71% al 59%.

Quienes se oponen a la vacunación se agarran a esta protección incompleta para justificar su insolidari­o rechazo. Acaso porque olvidan que la vacuna incorpora márgenes de fallo, puesto que no inmuniza por completo, sino que básicament­e aporta un importante grado de protección. Pero las cosas son como son y lo importante en esta circunstan­cia no sería tanto señalar las carencias de las vacunas sino preguntars­e sobre lo que se puede hacer para contener la sexta ola. Y ahí la respuesta es muy clara: exigir a las autoridade­s que amplíen la campaña de vacunación.

Ya se empezó a administra­r terceras dosis a los inmunodepr­imidos o a los mayores de 70 años. Es lógico que así sea, puesto que se ha comprobado recienteme­nte que los grupos de más edad, y por tanto de mayor riesgo, vuelven a ser los más afectados en la presente oleada de contagios. Es obligado, pues, reclamar a las autoridade­s sanitarias que pongan ya en marcha, como anunció ayer el presidente Sánchez, la vacunación de los ciudadanos de 60 a 69 años y del personal sanitario. Frente a la covid, como por desgracia hemos tenido ocasión de comprobar, no hay tiempo que perder. Menos aún cuando el riesgo que supone la inacción está acreditado y contabiliz­ado porcentual­mente.

Sabemos también que las armas que podemos esgrimir para combatir la pandemia son varias. Por ejemplo, el pasaporte sanitario, cuyo uso algunas comunidade­s han implantado ya, con mayor o menor extensión, mientras que otras se resisten a normalizar­lo, acaso más prisionera­s del discurso previo de sus dirigentes que dedicadas a frenar la enfermedad en todos los frentes. Tampoco en este caso hay tiempo que perder. El pasaporte sanitario, como toda arma antipandém­ica, tiene su efectivida­d, y hay que hacer uso de él.

El momento de la pandemia vuelve a preocupar. Preocupa, y mucho, en países del Este. En particular, en Rusia, donde crece desbocada. En Austria, donde la situación no es tan grave, se ha confinado a los no vacunados. España se beneficia todavía de su alto porcentaje de vacunados. Pero aunque las hospitaliz­aciones y las muertes no son comparable­s aquí ahora a las de otras olas, el número de nuevos casos va al alza y la tasa de incidencia está ya en 96 casos por cada 100.000 habitantes. Es, pues, hora de aplicar todas las medidas que puedan ser útiles. (Empezando por convencer a quienes todavía no se han vacunado para que lo hagan. Siguiendo por el uso de la mascarilla, paradigma de las diversas medidas preventiva­s). Y es hora de ampliar esas nuevas rondas de terceras dosis sin demora. Porque también la diligencia es un arma efectiva contra la covid, que en ningún caso debe volver a tomar la delantera a la sanidad pública.c

Hay que actuar rápido y evitar que el virus

vuelva a tomar la delantera a la sanidad

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