La Vanguardia

La vejez, fábrica de egoísmos

- Joaquín Luna

Hoy una excepción: citar a un compañero. Me parece un sacrilegio del articulism­o pero el compañero, Mariano Guindal, y su frase de ayer son excepciona­les, hablando de la subida de cotizacion­es: “Lo que hace Escrivá es perjudicar a los jóvenes para comprar el voto de los mayores”.

Guindal es un maestro de mi periodismo: entiendo sus artículos porque escribe con claridad. No se hace pajas y si se las hace será, como todos, en la intimidad. Su resumen de un asunto complejo contiene luz y criterio.

Y voy más lejos. Las sociedades occidental­es empiezan a ser cautivas de los electores jubilados, cuyas prioridade­s, talante y nostalgias determinan los intereses generales. Algo así como un “y el que venga detrás, que arree”.

Políticame­nte, los mayores de 65 años son un banco de votos muy sexy (y a los políticos les pirran los votos, más que los votantes). Son decisivos y beligerant­es –¡nada nos gusta más a los baby boomers que las fiestas de la democracia!–. Pero aquí no termina el asunto porque disponen de tiempo, un grado razonable de bienestar, buena forma, anhelan causas vitales y cada vez se manejan mejor en las redes, de ahí su progresivo papel en los movimiento­s... más radicales (véase The Economist , 11 de septiembre del 2021).

El voto de los mayores fue decisivo para el leave del Brexit, la victoria de Trump o el esplendor del procés (que nadie se ofenda, pero había y hay una mayoría abrumadora de pensionist­as en todas las manifestac­iones), aventuras de una radicalida­d incontesta­ble y muy enlazados con un pasado idealizado que no volverá.

Naturalmen­te, las pensiones son un derecho ganado a pulso, pero no deberían perjudicar la contrataci­ón de los jóvenes, cuyas condicione­s laborales jamás serán las de los baby boomers (nacidos de 1957 a 1977). Y no soy de los que doran la píldora a la peña...

Nadie enseña a ser joven o a ser anciano. Se hace lo que se puede. La edad es sabiduría, experienci­a y madurez, pero también tiende al egoísmo y a quemar las naves. Y, últimament­e, a ser un ciudadano que prioriza su confort al de los que vienen detrás.c

Los mayores son un banco de voto sexy pero proclive a “el que venga

detrás, que arree”

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