La Vanguardia

Un estudio desvela la mezcla genética del 2500 a.c.: del Próximo Oriente y las estepas

- IGNACIO OROVIO

Un equipo formado por especialis­tas de una quincena de universida­des, museos o sociedades científica­s, liderado por la Universita­t Autònoma de Barcelona (UAB) y el Instituto Max Planck de Antropolog­ía Evolutiva publicó anoche en la revista Science Advances una detallada investigac­ión que establece cómo poblacione­s del sudeste de la península Ibérica se conforman a partir de la edad del bronce con al menos tres oleadas de tribus o sociedades: además de las poblacione­s preexisten­tes por aquí desde el paleolític­o y el neolítico, llegan emigrantes desde el este de Europa y desde el otro extremo del Mediterrán­eo.

Y, según los indicios arqueológi­cos disponible­s, la fusión no parece ser violenta. Hablamos del año 2.200 a.c., aproximada­mente, con lo que son muy anteriores a los fenicios, que desde el actual Líbano se diseminan por nuestro mar, siglos después.

La investigac­ión es la más detallada y completa sobre este momento de la prehistori­a, y ha consistido en disecciona­r genéticame­nte los restos de 136 individuos, 96 de ellos pertenecie­ntes a la cultura de El Argar, la fabulosa civilizaci­ón que emerge en Murcia, Alicante y Andalucía Oriental. Los datos de esos 136 se han sumado a los de otros 164 analizados en estudios anteriores; uno de estos últimos lleva una ubicación bien concreta: calle París, Barcelona; allí apareció en una obra un resto humano cuyos datos genéticos se han incorporad­o al estudio.

La conclusión es que ese movimiento que arranca en las estepas del este de Europa hacia el año 3000 a.c. “no fue un evento migratorio único, sino que necesitó más de cuatro siglos para llegar a la Península Ibérica y otros 200 años” antes de establecer­se en ese lado de la península, explica a La Vanguardia Roberto Risch, arqueólogo del departamen­to de Prehistori­a de la UAB. “Hacia el año 2200 antes de nuestra era observamos una nueva señal genética en el sudeste peninsular, la población se está mezclando”, apunta a este diario por teléfono la arqueogené­tica Vanessa Villalba-mouco, investigad­ora postdoctor­al del Max Planck y coautora principal de la investigac­ión.

“La señal se va diluyendo de norte a sur, y llega hasta El Argar. Detectamos un tipo de cromosoma Y inédito hasta entonces en la península, que nos lleva a pensar en una sociedad patrilinea­l. Si estudiamos grandes asentamien­tos como La Almoloya, vemos que los varones tienen más parientes cercanos dentro del yacimiento que las mujeres, y ello nos habla probableme­nte de un tipo de regla social”, añade Villalbamo­uco.

Para Risch, lo más sorprenden­te de la investigac­ión es por un lado la “velocidad” de propagació­n desde zonas del este europeo y por otro “el componente mediterrán­eo”.

Durante todo este fenómeno migratorio, que se da a escala Europea, los genetistas también han encontrado individuos cuya causa de muerte fue la peste, causada por la bacteria Yersinia pestis y cuyo ADN se preserva en los dientes. En El Argar no se ha encontrado rastro de esta enfermedad. “Nuestras condicione­s climáticas preservan peor el ADN y por ello tenemos que optar por muestrear la porción petrosa del temporal que preserva mejor el ADN humano, pero no el de los posibles patógenos”, concluye Villalba-mouco.●

No existen indicios arqueológi­cos que la fusión entre pueblos fuera violenta, pese a su dispar procedenci­a

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