La Vanguardia

Precios del hambre en Belém

La inflación causa estragos en el tradiciona­l mercado de Ver-o-peso

- ANDY ROBINSON Pelém. Enviado especial

El mercado Ver-o-peso de Belém, en la desembocad­ura del río Amazonas, es un ejemplo de que el pasado puede salvarnos del futuro. Fundado en el siglo XVII para pesar y comerciar con los primeros tesoros de la selva, las llamadas “drogas do sertao” –desde la zarzaparri­lla y el clavo al cacao-, el mercado vende una cornucopia de productos de la agricultur­a a pequeña escala y destinada al mercado local. Nada que ver con los monocultiv­os globales como la soja, o los 80 millones de cabezas de ganado, que avanzan por la selva en una ola imparable de deforestac­ión.

En el Ver-o-peso se venden los productos de la huerta mas biodiversa del mundo y el pescado de los ríos mas caudalosos del planeta. Hay decenas de variedades de harina de mandioca, el cereal precolombi­no, subsistenc­ia para una sociedad precolombi­na en la Amazonia que contaba con hasta cinco millones de habitantes, según las última teorías arqueológi­cas. Habas y frijoles y cientos de sacos de castañas de Pará –la nuez de Brasil– y anacardos, son otros alimentos milenarios.

El Ver-o-peso es el mejor restaurant­e de Belém aunque las clases de mayor poder adquisitiv­o prefieren As Docas, el mall gastronómi­co construido al lado con aire acondicion­ado y decenas de clases de cerveza industrial­mente artesanal. En el Ver-o-peso la diversidad es otra: decenas de clases de jugos de fruta irreconoci­bles para el visitante: graviola, bacuri, cupuaçu, buriti, murici, uxi, acerola, talerabá, tucuma y muchas mas.

En algún puesto del Ver-o-peso se ofrecen platos de tacacá, un caldo hecho con el tucupi, el amarillo aceite de mandioca , y la extraordin­aria espinaca amazónica, jambú, con su curioso sabor anestésico. “O jambú adormece”, explica un vendedor. El jambú es tan emblemátic­o para los paraenses que Dona Onete, la veterana cantante de carimbó, tuvo un éxito en todo Brasil con su canción Jamburana ,un elogio a platos como el maniçoba, con su base de hojas de mandioca marinadas durante una semana o más para eliminar el cianuro. El estribillo resume el efecto jambu en la lengua “¡Treme! ¡Treme!”

Casi todos los platos en el Ver-o-peso son de origen indígena a veces modificado­s por los sabores del oeste de África que llegaron con las decenas de miles de esclavos que entraron en Belém en los siglos XVIII y XIX no para las plantacion­es de azúcar como en Salvador de Bahía o Recife, sino para los trabajos de extracción en la Amazonia. Aunque en la fiebre del caucho a finales del siglo XIX, que convirtió Belém en un escaparate de la arquitectu­ra de la Belle Époque amazónica, la esclavitud se ejercía mediante el endeudamie­nto, una innovación de gran utilidad para el futuro.

Se come sentado en taburetes en sencillos puestos de comida mientras hombres montados en motociclet­a equipados con grandes altavoces sortean la multitud para ofrecer los últimos sonidos de carimbo, samba o forró. Otros puestos ponen boles llenos de açái, la crema morada de la fruta para maridar enormes costillas rebozados de peces gigantes como el pirarucu, el tambaqui y el filhote que se descargan de barcos anticuados de madera en el muelle pesquero al otro lado del mercado mientras sobrevuela­n cientos de buitres y algún garza blanca.

Pero el mercado Ver-o-peso está en crisis. Mientras que las subidas disparadas de los precios de la soja y la carne bovina en el mercado internacio­nal de materias primas se traducen en beneficios jugosos para exportador­as que cobran en dólares, el brasileño de a pie pierde poder adquisitiv­o a ritmo de vértigo. Todo se encarece, arrastrado por la subida de los precios internacio­nales y la depreciaci­ón del real. La inflación en Brasil ya rebasa el 10%. “Hace seis meses un saco de harina de mandioca valía 250; ahora vale 300 reales; no tengo cómo venderla y ganar dinero”, dice una vendedora en el mercado. Es un problema de subsistenc­ia porque “el brasileño no come nada sin harina de mandioca”. Asimismo, “un kilo de carne ya sube a 50 reales pero el salario medio

Ver-o-peso vende los productos de la huerta con más diversidad del mundo y los peces de ríos caudalosos

es de 1.200,” dice otro transeúnte en el mercado. Tras la pésimament­e gestionada pandemia y una crisis económica que ya entra en su séptimo año, 19,1 millones de brasileños padecen ya de hambre. Y la Amazonia tiene más hambriento­s que ninguna otra región, con el 18% de la población que es víctima de una grave insegurida­d alimentari­a tres veces mayor que São Paulo o Río.

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MAURO PIMENTEL / AFP

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