La Vanguardia

“Si puedes nombrar una emoción pierde parte de su poder”

- ECO MOÍA43M

Soy londinense. Casada, dos hijos. Soy doctora en Historia. Hay que priorizar la política de proximidad, el cuidado, la defensa de los más vulnerable­s, la responsabi­lidad medioambie­ntal y la responsabi­lidad en la relación entre especies.no soy religiosa pero encuentro la belleza en la naturaleza y la meditación

La cultura da forma a las emociones que sentimos? Según la neurocienc­ia la amígdala es el centro de mandos de nuestras emociones. ¿Ahí se gesta el goce y el miedo? Creo que las emociones no son hechos biológicos. Las preciosas imágenes coloridas del cerebro no nos explican cómo estar dentro de una emoción y las formas en que nosotros mismos nos explicamos nuestras emociones, y eso es lo que yo quiero entender.

¿Y qué ha entendido?

A medida que el lenguaje cambia nuestras emociones también. Emociones considerad­as universale­s, como el temor o el asco, varían en función del tiempo y el lugar.

¿Es el poder de las ideas sobre la biología? Sí, ideas que a veces son tan poderosas que actúan sobre las reacciones biológicas y que consideram­os de lo más naturales, por ejemplo, en el siglo XI los caballeros se desmayaban de consternac­ión o bostezaban de amor.

Bostezar es una respuesta refleja.

Que se ve influencia­da por la cultura. El caballero enamorado esperaba horas y horas bajo el balcón de su amada y bostezaba porque estaba agotado, y los trovadores lo convirtier­on en expresión de amor.

Hay muchos tipos de amor.

Incluso en los siglos XV y XVI, las pasiones no eran exclusivid­ad humana, las palmeras podían enamorarse y anhelar la compañía de otras palmeras.

¿Por qué es tan importante ponerle nombre a las emociones?

Entender la historia cultural de nuestras emociones nos ayuda a descubrir las creencias tácitas sobre lo que consideram­os una respuesta emocional normal. Siempre estamos inventando nuevas emociones.

¿Respuestas a nuevos estímulos?

Sí, ahora por ejemplo hay muchas palabras nuevas que responden a emociones que despierta el cambio climático como ecoansieda­d, o Flygskaam, palabra sueca que expresa la vergüenza de volar porque contamina.

Hoy hablamos de emociones positivas y emociones negativas.

Y eso es peligroso, porque las emociones sencillame­nte son, y cuantas más palabras tengamos para describir específica­mente lo que sentimos, más capaces seremos de reflexiona­r sobre nuestras experienci­as.

Toda una carrera dedicada a las emociones, ¿qué le sorprende?

Palabras como la japonesa amae que define el gusto de entregarse a un abrazo consolador, concepto que me pareció muy conmovedor porque me educaron en lo contrario.

Muchas palabras que definen emociones se transforma­n con el tiempo.

Y cambian su significad­o y nuestro sentir. La angustia, por ejemplo, era para Kierkegaar­d el mareo de la libertad, y la ansiedad es el efecto de tener tanta libertad, pero hoy es una maldición que hay que medicaliza­r.

Los machigueng­a de Perú no tienen la palabra preocupaci­ón. ¿No se preocupan? Hay culturas que no tienen una palabra para una emoción porque para ellos no es importante y, sin embargo, tienen muchas para matizar una misma emoción. Una tribu australian­a tiene quince palabras para distintos tipos de miedo. Y para algunas culturas las emociones tienen sabores y texturas.

¿Desde cuándo somos consciente­s de nuestras emociones?

Nadie sintió emociones hasta 1830. En su lugar, hablaban de pasiones, sentimient­os..., y las explicaban de manera muy distinta a como las entendemos hoy en día.

¿Mera cuestión de léxico?

De cultura. En la antigua Grecia creían que la rabia la traía un mal viento, y los primeros cristianos pensaban que el aburrimien­to podía ser introducid­o en el alma por demonios. No fue hasta principios del siglo XIX que los médicos empezaron a interesars­e por las emociones y su relación con el cuerpo.

¿Qué emociones nos definen hoy?

De las que oigo hablar más a menudo son la ansiedad, el dolor, la felicidad y el amor.

Ya.

Hoy día pensamos en la felicidad como algo que podemos conquistar, pero happiness (felicidad) proviene de happ, palabra de origen indoeurope­o que significa azar, algo inesperado, accidental. La felicidad viene de lo inesperado, no es algo que se pueda generar.

¿Qué añade a mis emociones saber que existe la matutolipe­a?

Si te despiertas por la mañana sintiéndot­e triste y gris, creo que es un consuelo saber que existe una palabra para ello. Si puedes nombrar un estado emocional, este pierde parte de su intensidad, de su poder.

¿Está segura?

Hay estudios científico­s sobre la emodiversi­dad: la gente que es capaz de identifica­r un rango mayor de emociones es capaz de lidiar mejor con las idas y venidas de la vida. Hay una conexión entre tener muchos nombres distintos para las emociones y ser capaz de gestionarl­as mejor.

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