La Vanguardia

Jugar en campo contrario

- Màrius Carol

Alberto Núñez Feijóo ha estado durante trece años en el poder (en Galicia) y lleva un mes en la oposición (en España). En estas cinco semanas pilotando esa aeronave averiada que era el PP, ha conseguido que retome el vuelo. Al menos en las encuestas. Ha impuesto la calma no solo en sus filas, sino también en sus discursos. Y ha intentado aparecer como un político pactista, aunque de momento no ha conseguido acordar nada con el Gobierno. Pero los gallegos son gente con retranca, así que nunca se sabe si no es no o solo lo parece.

Feijóo está recorriend­o el país, buscando trasmitir su mensaje alto y claro. El viernes estuvo en la reunión del Cercle d’economia. Jugaba en campo contrario, pero con un público con ganas de aplaudirle. Más o menos como le pasó al Eintracht en el Camp Nou, aunque en este caso no

Feijóo no defraudó al empresaria­do catalán, aunque no concretó su oferta para Catalunya

tuvo que llevar su hinchada. El empresaria­do catalán tenía ganas de que el líder del centrodere­cha le hablara desde la moderación. Segurament­e con la añoranza del PP del Majestic, que le fue bien para sus intereses. En este sentido, Feijóo no defraudó, aunque no concretó su oferta para Catalunya. En cualquier caso, al acabar su intervenci­ón, la satisfacci­ón resultaba evidente en los pasillos del hotel W. Ha sido tanto el ruido del pasado reciente, que con el solo hecho de poner la sordina en las palabras consiguió que la gente lo interpreta­ra como la banda sonora de los nuevos tiempos.

Más allá de la oferta económica del líder popular, que ofreció estabilida­d política y racionaliz­ación del gasto, reformas estructura­les y rebaja de impuestos, gustó sobre todo que hablara de la España plural, de Catalunya como nacionalid­ad, de las identidade­s como valores que preservar. Feijóo es un galleguist­a convencido, no un oportunist­a con un discurso para las periferias. En todo caso, después de afirmar que “el procés ha sido un pésimo negocio”, se le fue la mano al hablar del “declive de Catalunya” en contraposi­ción con el dinamismo de Andalucía “sin ir más lejos”. Por aportar un dato, el paro andaluz es casi el doble que el catalán.

Feijóo sabe, como decía Giulio Andreotti, que “el poder desgasta al que no lo tiene”. Su riesgo es obsesionar­se en el mientras tanto.c

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