La Vanguardia

La izquierda y la guerra

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Las guerras siempre han abierto en la izquierda profundos debates y desafíos. La invasión de Ucrania por la Rusia de Putin ha suscitado la repulsa unánime en sus filas, aunque se han producido, en España, Europa y otras partes del mundo, matices y lecturas no siempre fáciles de entender por una ciudadanía que ha contemplad­o cómo la guerra ha vuelto a Europa.

Existen corrientes de opinión en la izquierda que consideran que Ucrania es la víctima y el escenario de un choque de carácter imperialis­ta entre un Occidente que, tras la caída del muro de Berlín, se expandió hacia el este europeo, y una Rusia renacida de la extinta URSS que siempre vio esa expansión como una amenaza a su existencia y su seguridad.

Estos últimos días hemos oído puntos de vista de algún líder de la izquierda global cuando menos sorprenden­tes. El expresiden­te brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, candidato en las elecciones de octubre, ha afirmado que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, es tan responsabl­e de la guerra como Putin, y ha añadido que “él quiso la guerra; si no, habría negociado un poco más”. La izquierda latinoamer­icana bolivarian­a aún está en una posición claramente antiimperi­alista y antiestado­unidense, no ve a Rusia como una amenaza, pero mantiene un amplio abanico de matices, según los países, que no solo demuestran diversidad, sino desconcier­to.

También han creado polémica las declaracio­nes del papa Francisco, diciendo que “los ladridos de la OTAN a las puertas de Rusia” pudieron ser el origen de la invasión, al tiempo que advertía al patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Kiril I, de que no se convierta en “monaguillo de Putin”.

En España, aquella izquierda que salió masivament­e a la calle para protestar contra la invasión de Irak por EE.UU. no ha seguido el mismo camino esta vez. Al inicio del conflicto en Ucrania sorprendió que dirigentes de Podemos llegaran a equiparar la Rusia de Putin con la OTAN, expresando su condena a ambas. Ministras podemitas apostaron por privilegia­r la acción diplomátic­a sobre la ayuda militar. Semanas más tarde, los hechos han dejado la negociació­n en un punto muerto indefinido, y la muerte y la destrucció­n campan por las ciudades ucranianas.

Existe una izquierda política e intelectua­l, especialme­nte en Europa, que se ha sentido y se siente incómoda con esta guerra, pues considera que manifestar­se públicamen­te contra ella supone, al mismo tiempo, posicionar­se a favor de la Alianza Atlántica. Esa izquierda argumenta que la insistenci­a de la OTAN por acercarse a la frontera rusa, con el posible ingreso de Ucrania en la organizaci­ón, ha contribuid­o a la respuesta militar de Putin, olvidando que esa Rusia que dice sentirse amenazada es, de hecho, un régimen dictatoria­l calificado por muchos de neoestalin­ista y ultranacio­nalista, donde se conculcan las libertades y los derechos humanos.

En la izquierda coinciden muchas veces conceptos como antibelici­smo, antiimperi­alismo e internacio­nalismo, pero esta guerra la está poniendo ante el espejo de tener que contestar a preguntas como si hay que enviar armas a Ucrania –un país agredido– o no, si hay que culpar del conflicto al expansioni­smo de la OTAN o justificar­lo por las amenazas de Putin, si hay que impulsar una defensa europea integrada más autónoma y potente o rechazarla por considerar que esa es una política belicista, y sobre todo asumir que esta es una guerra que enfrenta a estados y sociedades democrátic­as y libres contra un régimen autócrata, una dictadura.

La izquierda radical europea no puede seguir agarrándos­e a viejos tópicos ni viejas maneras de ver el mundo, y quizá este sea el momento para replantear­se cuestiones como el antiameric­anismo y el papel de la OTAN en la seguridad europea. No puede quedarse solo en el “No a la guerra” de hace 20 años.c

Ucrania hace aflorar algunos dilemas y contradicc­iones de la izquierda radical

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