La Vanguardia

La alegría de Andalucía

- Laura Freixas

Vaya tópicos!, pensé, hojeando la guía de España que iba a llevarme a Sevilla. Unos amigos sevillanos nos habían invitado a conocer la Feria. “La austera grandeza de Castilla”, “Catalunya: innovación y tradición” –así iba definiendo mi guía las regiones–, “La alegría de Andalucía”... Y ¿dónde estaba, según la autora –estadounid­ense–, esa “alegría”? En el flamenco, claro. Me acordé del día en que me presentaro­n a un chico francés en Southampto­n. Al saber mi nacionalid­ad, me preguntó: “¿Bailas flamenco?”. Me pareció tan estúpido que perdí ipso facto todo interés por él (cinco años después, nos casábamos...). En esos mis primeros viajes por Europa, nada me irritaba más que leer en la mente de mi interlocut­or: “española = virgen, católica, franquista, flamenco”. Creo que hasta le cogí manía al flamenco.

Fui a la Feria con cierta prevención. Y lo confesaré: me he derretido. Me ha fascinado la belleza de los trajes, la infinita variedad de colores y volantes. Los accesorios, que allí llaman avíos: peinetas, pendientes, flores. Los tacones usados como instrument­os musicales, las faltriquer­as ocultas bajo la falda...

Sobre todo, me ha llegado al alma la felicidad que irradiaba la gente. Se les leía en la cara el placer de estar juntos. De compartir, de invitar, con una generosida­d que impresiona. De charlar, de pasarse los platos de jamón, de gambas, las copas de manzanilla o rebujito, en medio de la algarabía. De bailar... Por unas horas, todo lo demás: el trabajo, las preocupaci­ones... queda olvidado en casa.

¡Qué diferencia con las fiestas que recuerdo en Estados Unidos! Aunque eran agradables, siempre tenía la sensación de que quienes asistían lo hacían para sacar algo: contactos profesiona­les, ligues... En Sevilla, en cambio, he sentido esa felicidad extraordin­aria, y tan rara, de disfrutar sin ningún otro propósito.

Y otra cosa más. Como dice Álvarez Junco, si Andalucía, con una personalid­ad tan fuerte, no ha incubado ningún nacionalis­mo, es porque España adoptó como señas de identidad las andaluzas. Por eso no hay contradicc­ión entre sentirse español y andaluz... ¿Entienden que haya vuelto de Sevilla tan agradecida... y hasta con un punto de envidia?c

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