La Vanguardia

Pegasus y el Apocalipsi­s

- Sílvia Colomé

Hace tiempo que no suelo abrir a menudo el buzón de casa. Las cartas escasean incluso por Navidad. No es el caso de las facturas, que esas sí suelen ir a más, aunque difícilmen­te llegan ya por correo ordinario. Pero de vez en cuando echo una ojeada al cada vez más en desuso cajoncito que lleva mi nombre en el portal, ni que sea para comprobar si hay alguna notificaci­ón de correos, siempre inquietant­e porque suelen augurar alguna multa de tráfico. Ayer tuve suerte. Publicidad de un súper y, eso sí, una carta turbadora. “A la atención del residente”, se leía en el sobre junto a mi dirección y un sello de tarifa A dedicado a las Fallas valenciana­s. En el remitente firmaban con letra trémula Francisco y Pepi. Lo primero que me pasó por la cabeza mientras subía la escalera era que tal vez se trataba de unos antiguos propietari­os o inquilinos de mi piso. Quizás quisieran revelarme algún secreto, como la existencia de unas monedas antiguas tapiadas en alguna pared; o unas cartas de amores imposibles escondidas bajo una baldosa hidráulica. Demasiadas lecturas y películas, sin duda.

Abro la carta sin renunciar a la aventura y me encuentro el siguiente mensaje: “Mi nombre es Francisco y mi esposa Pepi”. (Ya vamos mal en tema de igualdad, pensé). “El motivo de esta carta es compartir un mensaje positivo y de esperanza. A nuestra familia nos han ayudado los buenos consejos que nos da la Biblia […] La propia Biblia dice: “Toda la Escritura es útil” (2 Timoteo 3:16). Le animamos a beneficiar­se de estos consejos escaneando el código QR adjunto”. Me asalta una alarma. “Pegasus, Pegasus, Pegasus”, piensa mi mente ávida de conspiraci­ones. Escondo el móvil y tecleo en el ordenador una web que también incluye el mensaje. Me lleva a la página de los Testigos de Jehová que, intuyo, cansados de que nadie les abra la puerta, han optado por un sistema de comunicaci­ón con poco presente y menos futuro. Pero ya puestos, acepto el reto que me propone Francisco, y supongo que también su esposa Pepi, y me pongo a buscar en las sagradas escrituras a Pegasus. Y lo encuentro. ¡Tenían razón! Apocalipsi­s 19:11-21. “Luego vi el cielo abierto, y apareció un caballo blanco. Su jinete se llama Fiel y Verdadero. Con justicia dicta sentencia y hace la guerra. [...] Está vestido de un manto teñido en sangre, y su nombre es ‘el Verbo de Dios’. Lo siguen los ejércitos del cielo, montados en caballos blancos y vestidos de lino fino, blanco y limpio. De su boca sale una espada afilada, con la que herirá a las naciones. Las gobernará con puño de hierro”. Ups.

Aparto los males pensamient­os intentando visualizar al Pegasus original, aquél que corre batiendo las alas el cielo del Olimpo y de cuya existencia nos habla por primera vez Hesíodo. Quién le iba a decir que 2.900 años después el animal mitológico estaría en boca de todos. Hay que agradecer a los hackers y a los cuerpos policiales que con los nombres de virus y operativos ayuden a mantener vivos a los mitos.

Quién le iba a decir a Hesíodo que 2.900 años después el ser mitológico estaría en boca de todos

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