Obreros maduros en el norte, jóvenes y religiosos en el sur
La extrema derecha europea comparte ideario y discurso pero no electorado
“La inmigración es la sustitución organizada de nuestra población: amenaza nuestra supervivencia”. “El feminismo nos quiere oprimir”. “El euro caerá, y estamos preparando el día después”. “Por la ley y la seguridad”.
Cada una de estas frases pertenece a distintos partidos de extrema derecha en Europa. El primer eslogan lo pronunció la francesa Marine Le Pen; el segundo es del líder de Vox, Santiago Abascal; el tercero proviene del italiano Matteo Salvini, y el cuarto es un lema de campaña de la formación ultraderechista Alternativa para Alemania. Pero en cierto modo no importa de quién sean porque todas ellas podrían ser intercambiables. Los partidos populistas de extrema derecha en Europa comparten ideario, discursos y narrativas. Pero no electorado.
El perfil de votante ultraderechista en Europa es un hombre de entre 55 y 64 años, de un entorno rural, con ingresos medios o altos, al que le preocupa la inmigración y se reconoce como euroescéptico, según un informe elaborado por la fundación alemana Friedrich Ebert, cercana a los socialdemócratas. Por el contrario, una mujer joven, con un trabajo cualificado, residente en una ciudad y con altos niveles de confianza en la Unión Europea es el prototipo antagónico.
Esto no significa que el voto de extrema derecha sea exclusivo de un solo perfil, sino que estadísticamente estos factores son significativos, pero no exclusivos, y, por lo tanto, hay una parte importante de su electorado que no responde a estas características. Estos rasgos, además, varían en cada país: el electorado potencial depende del contexto histórico, social y económico de cada Estado.
Mientras que el posicionamiento antiinmigración y euroescéptico es compartido entre los votantes de extrema derecha de casi todos los países, hay factores como la edad, el nivel de ingresos o el lugar de residencia que funcionan como catalizadores solo en ciertos contextos.
Por ejemplo, en Alemania, el prototipo de votante de extrema derecha es un hombre con ingre
Un manifestante hace el saludo nazi durante una protesta de la extrema derecha en Varsovia en el 2015
sos bajos y no religioso. En cambio, en España es un hombre de entre 35 y 44 –sustancialmente más joven que en el conjunto europeo–, que tiene ingresos altos o medios, que proviene de un entorno rural y es muy religioso.
Esto es así porque tras el pasado nazi, en Alemania la Iglesia ha adoptado un papel importante en oposición al surgimiento de la extrema derecha. Además, después de la Segunda Guerra Mundial se llevó a cabo un proceso de desnazificación en todos los estratos de la sociedad. En contraposición y según los expertos consultados para este artículo, en España los cuarenta años de dictadura franquista han dejado un legado de connivencia entre ciertos sectores del catolicismo y la ultraderecha. Por otro lado, Alternativa para Alemania, el principal partido de extrema derecha en este país, ha conseguido penetrar entre las rentas más bajas y aglutinar el voto de la clase obrera. En cambio, “Vox en España es un partido de clases medias, con una base obrera bajísima”, explica Cesáreo Rodríguez-aguilera, catedrático de Ciencia Política en la Universitat de Barcelona.
En Francia, en cambio, el triunfo de Reagrupamiento Nacional ha coincidido con su giro programático desde un discurso predominantemente etnicista a la reivindicación de un sistema público nacionalista. Esto le ha permitido ampliar su base electoral para capturar también un voto joven y femenino, perfiles mucho más alejados de sus seguidores tradicionales.
Más allá de las particularidades de cada país, la extrema derecha tiende a arraigar mejor entre las clases más humildes en los países del oeste de Europa, mientras que en algunos estados del sur como Italia o España tener bajos ingresos es un factor estadísticamente relevante para no acabar votando a la ultraderecha.
Respecto al factor de la edad, en España, Hungría y Eslovenia el votante de extrema derecha tiene entre 35 y 44 años, la franja más
El prototipo de votante en Austria y Alemania tiene bajos ingresos; en Dinamarca, Hungría y España son jóvenes
Los electorados de casi todos los países comparten una postura antiinmigración y euroescéptica
El cambio de discurso de Le Pen le ha permitido feminizar y rejuvenecer a sus votantes
joven de Europa, después de Dinamarca, cuyo perfil tiene entre 25 y 34 años. Tal y como apunta el mismo informe, en España el votante es más joven porque en franjas más altas todavía tienen presente el recuerdo de la dictadura.
Los partidos, sin embargo, no se definen por sus votantes, que cambian a lo largo del tiempo, sino por su base ideológica. Las diferencias entre el electorado son un reflejo del contexto estatal y de cómo a la vez las formaciones políticas modulan sus discursos para adaptarse a él.
Los partidos de extrema derecha en Europa comparten un ideario xenófobo –que les permite sacar un mayor rédito electoral–, un discurso chovinista, que clama por el retorno a la nación en contra de la integración europea, y una crítica a la estructura de partidos tradicionales. En los últimos 20 años estas narrativas han ganado terreno en el Viejo Continente y hoy en día aglutinan más del 10% de los votos en una docena de países. En la mitad de ellos sus apoyos rebasan el 20%, y superan el 50% en Hungría y Polonia.
“En mayor o menor medida, estos partidos comparten estos tres factores y, luego, dependiendo de las circunstancias nacionales, se intensifica un factor u otro”, detalla Rodríguez-aguilera. “Por ejemplo, en Polonia no tiene sentido que la formación Ley y Justicia haga propaganda antimusulmana porque apenas hay, y en cambio es más rentable denunciar la corrupción política. El partido griego Aurora Dorada consideró en su momento que su enemigo era el sistema democrático y en cambio en Italia, la Liga ha potenciado el discurso antiinmigración”, ejemplifica el catedrático.
El éxito de estos discursos y el avance de la ultraderecha –consideran los expertos– son consecuencia de la falta de soluciones políticas del sistema de partidos tradicionales. La extrema derecha se hace fuerte en aquellas cuestiones que las fuerzas políticas clásicas no han abordado en los últimos años.c