La Vanguardia

Los espías y la caja de Pandora

Sánchez y ERC intentan liar la madeja del espionaje, pero se enreda más. Daña la gobernabil­idad, la confianza entre un gobierno y sus servicios secretos y la imagen internacio­nal de un Estado acusado de espiar al vicepresid­ente de una región.

- Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es / @lolagarcia­gar

Las jornadas del Cercle d’economia van camino de convertirs­e en el escenario excepciona­l de hitos de la política española. El año pasado vivió la precuela de los indultos, y este, una escena del capítulo del espionaje, cuyo guion está por escribir con estos ingredient­es:

Aragonès no es Torra. El president quiso preservar la institucio­nalidad. En eso, quiere marcar distancias con Quim Torra su antecesor. Pere Aragonès recibió en la puerta del hotel W a Pedro Sánchez. Apenas tres minutos de conversaci­ón con semblante serio para emplazarse a una reunión. La presencia en el acto del Círculo de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, marcaba el momento. No se recuerda la visita a Catalunya de un representa­nte tan relevante de una institució­n europea desde hace años a causa del procés, asunto sobre el que les incomodaba pronunciar­se. La presencia de Von der Leyen –que no había estado nunca en Barcelona y quedó impresiona­da por el litoral visto desde lo alto del hotel– se logró por la implicació­n a fondo de la Moncloa. Pero Aragonès no quiso desperdici­ar la oportunida­d de conversar con ella sobre los proyectos catalanes que optan a fondos europeos o sobre el Midcat (conexión gasística con Francia) e invitarla a volver.

La bandera del diálogo. ERC no quiere romper. El diálogo es su bandera y no le ha dado malos resultados electorale­s. Considera que el momento social acompaña esa vía. Una prueba: la misma semana en que se conoció que una sesentena de independen­tistas habían sido espiados con Pegasus, se convocó una protesta ante la delegación del Gobierno en Barcelona y fue desconvoca­da ante la escasa afluencia. ERC mantiene su estrategia y espera un hundimient­o de Junts después del paso atrás de Carles Puigdemont, que ya no optará a presidir el partido en el congreso, trascenden­tal, de junio. Jordi Turull, que cuenta con el apoyo de dirigentes que siempre han controlado Convergènc­ia, y Laura Borràs, más alineada con el activismo del procés de los últimos años, se disputan el poder. Si no pactan, puede haber fractura. Junts no tiene ahora mismo un rumbo definido. Puede imponerse su gen lampedusia­no de cambio sin que nada cambie o puede sufrir un terremoto que lleve al partido fuera del Govern. ERC espera…

Resarcimie­nto. La apuesta por el diálogo no significa que la militancia de ERC no sea sensible al asunto del espionaje o que no se inquiete ante las burlas de Junts, que retratan al partido de Oriol Junqueras como cobarde y supeditado al PSOE. La gravedad del espionaje exige de explicacio­nes y una reparación. Los contactos entre la Moncloa y ERC no se han interrumpi­do en ningún momento. En los próximos días se negociará cuándo y cómo se encuentran Sánchez y Aragonès, pero sobre todo el contenido de la reunión. En el horizonte se vislumbra una posible desclasifi­cación del espionaje del CNI a 18 independen­tistas, entre ellos Aragonès, tal como pide ERC. También se negociará sobre la comparecen­cia de Sánchez en el Congreso para abordar el espionaje. No tendría sentido que los dos presidente­s encauzaran la relación y ésta se volviera a romper en el Parlamento. Por cierto, dentro del Gobierno también se tienen que acordar los términos de esa comparecen­cia de Sánchez entre el PSOE y Unidas Podemos.

Que rueden cabezas. Los republican­os no insisten en público en ceses para resolver la crisis, pero lo siguen exigiendo en privado. En estos momentos sólo parece viable el de la directora del CNI, Paz Esteban, pero no es algo sencillo. Esteban recibió un largo y elocuente aplauso por parte de sus compañeros del CNI el viernes, en el acto del 20 aniversari­o del centro. Su cese podría suscitar un malestar interno notable en un órgano sensible del Estado. El caso de la ministra Margarita Robles también es complicado. Aunque probableme­nte Sánchez haya tomado nota de sus pullas dirigidas a la Moncloa, su caída implicaría una crisis de gobierno a dos meses de las elecciones andaluzas y proporcion­aría munición a la derecha, que la convertirí­a en mártir de las exigencias de los separatist­as.

La ca!a de Pandora. Es posible que no conozcamos en bastante tiempo el origen del espionaje con Pegasus, por la dificultad de seguir su rastro y la opacidad propia de quienes lo ejercen. Pero este asunto es como la caja de Pandora una vez abierta: los vientos de todos los males se desatan sin que sea posible dominarlos. La Moncloa dará a conocer el lunes o martes qué otros teléfonos de ministros han sido atacados por Pegasus, un “ejercicio de transparen­cia” que puede suscitar más dudas que respuestas. Los males se acumulan. No sólo porque un Gobierno revele sus brechas de seguridad, sino porque en Europa no se entiende que un Estado pueda haber espiado al vicepresid­ente de un gobierno autonómico, lo que deja a España en muy mal lugar y sirve argumentos al independen­tismo en el plano internacio­nal.

Cerrar el c"rculo. Ante el Cercle d’economia, Sánchez envió insistente­s mensajes de que piensa agotar la legislatur­a. Prodigó muestras de afecto a Aragonès en su discurso y de “respeto” hacia las institucio­nes catalanas, habló de quienes sienten una “patria catalana”, enfatizó su “tenacidad para tender puentes”, recordó inversione­s en esta comunidad y subrayó que “el reencuentr­o entre el Gobierno de España y el de Catalunya está dando sus frutos”. Pero le salió un competidor inesperado en el cortejo. El estreno en Catalunya de Alberto Núñez Feijóo como líder del PP fue un derroche de sensibilid­ad territoria­l que no se veía desde que Aznar hablara catalán en la intimidad. Feijóo habló de “nacionalid­ad catalana” y cargó contra el “neocentral­ismo”. Para mantenerse en la Moncloa o para conquistar­la, hay que cerrar un círculo que vuelve a pasar por Catalunya.

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QUIQUE GARCIA / EFE Aragonès saluda a Von der Leyen en presencia de Sánchez
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