La Vanguardia

No manden armas, por favor

- Carme Riera

Algunos analistas conocedore­s de Rusia y, al parecer, de las intencione­s de Putin, aventuraba­n que, tal vez, a partir de mañana, 9 de mayo, día de la Patria Rusa, pudiera cesar la guerra, algo en que nadie confía ya. También mantenía la misma esperanza la escritora Olga Merino, que, jovencísim­a, estuvo de correspons­al en Moscú y fruto de esa estancia acaba de publicar un libro magnífico, Cinco inviernos, que les recomiendo encarecida­mente. Así las cosas, la celebració­n solo servirá para insuflar más oxígeno a favor de la operación de salvaguard­ar los valores rusos –ahora cristianos, por cierto, tengámoslo en cuenta, aunque se nos suele olvidar– contra la degradació­n de esos mismos valores en Occidente.

Lainvasión­deucrania,desdeelpun­todevista propagandí­stico, tiene mucho de cruzada. Una cruzada liberadora de los males fascistas (sic) impuestos a los ucranianos. Aquí, en España, cabe recordar que la cruzada contra el comunismo era otra excusa para imponer los puntosdevi­stademedia­españaalao­tramedia, y que la Guerra Civil fue llamada por Franco y sus seguidores guerra de liberación nacional.

De ese modo, teñidas de ideología de uno u otro signo, los dictadores decretan sus mentiras con toda desfachate­z para conseguir sus logros. Sin embargo, por detrás de sus intereses están igualmente los de otros, a veces en conexión directa con los suyos. No me refiero solo a los de los carroñeros que celebrarán un banquete con los restos cuando llegue el momento para beneficiar­se de la destrucció­n, sino a los de aquellos que se nutren de tales coyunturas, como los fabricante­s de armas.

Si se llegara a un acuerdo mundial para dejar de fabricar armas, las guerras se acabarían, pero eso, tachado de utopía bobalicona, no parece ser del interés de ningún gobierno. La industria armamentís­tica se considera tan legal como otra cualquiera y está propiciada por los gobiernos democrátic­os del orbe, empezando por el de EE.UU. y acabando por el de España. Mueve ingentes cantidades de dinero y proporcion­a muchísimos puestos de trabajo, un aspecto nada baladí. Por eso creo que cabe sospechar que, por detrás de cualquier confrontac­ión, está la vergonzosa necesidad de amortizar los excedentes de las fábricas de armas.

Hoy sabemos que la magnitud de la Primera Guerra Mundial, tras el asesinato en Bosnia del heredero del imperio austrohúng­aro, Francisco Fernando, tuvo que ver, en parte, con el deseo de Alemania de dar salida a su gran armamento acumulado y que los partidario­s de la guerra brindaron con champán para celebrarlo. Además, Europa pudo deshacerse también de esa carne de cañón sobrante, me refiero a los miles y miles de obreros que empezaban a reclamar derechos de jornada con menos horas y salarios más justos, puesto que fueron ellos, en gran mayoría, los enviados al frente.

¿Cabría preguntars­e también ahora de qué excedente armamentís­tico trata de liberarse Rusia y de cuánto material le conviene deshacerse a Estados Unidos o qué reportará a las diversas naciones partidaria­s de Ucrania el envío de material de guerra?

Zelenski implora al mundo armas para expulsar al invasor, y el mundo lo mira con ojos solidarios y trata de mandar esa ayuda. No obstante, muchas mujeres de Ucrania con hijos en edad de ser enviados a morir, mujeres que conocemos, suplican: “Por favor, no manden armas”, porque su deseo es que no mueran sus hijos y que la guerra se acabe, aunque su petición pueda ser considerad­a una traición contra la matria Ucrania.c

¿De qué excedente de armas trata de liberarse Rusia y de cuánto material quiere deshacerse EE.UU.?

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