El olor a gas

Deberíamos votar a los políticos que muestran confusión y nos piden sacrificios

La ficción deviene literaria cuando nos desconcierta. Los personajes de una novela se levantan del papel cuando andan descuidados, estropeados y no resuelven sus conflictos ni pensando ni haciendo. No sabemos qué hay en el fondo de la determinación obsesiva de Yago, Ahab, Jesús, Elvis o Alonso Quijano. La opacidad en todo lo que hacemos y decimos, en lo que sentimos y tratamos de defender nos acompaña durante toda la vida. Vivimos en la confusión. Hemos de aprender que eso es ser humano. Las cosas arregladas, fáciles, bien hechas y pulidas nos tranquilizan en los malos libros y las malas películas. En los discursos aviesos y las noticias sesgadas. Nos alejan de la vida, compleja, intermitente, contradictoria. Por eso hay tantos libros para gente a la que no le gustan los libros, canciones para quien detesta la música y políticos meciéndonos con canciones de cuna envenenadas.

Muchos políticos mienten pero no engañan. No lo harían si supieran que, de decirnos la verdad, les seguiríamos votando. Mienten para mantener el puesto de trabajo. Les votamos para que nos mientan. Malas actuaciones, malos personajes, pésimas puestas en escena y pésimos ciudadanos. Les votamos para declararnos irresponsables y poder decapitarlos para seguir sintiéndonos ajenos. A ellos, a nosotros, no nos importa tanto que los espíen, que nos espíen. Que estén masacrando a civiles en Ucrania. La inflación, el paro, las hipotecas. Que compremos toneladas de cosas y mensajes solo porque nos resulta sencillo fingir, llegado el caso, que no va con nosotros.

Deberíamos premiar con nuestros votos a los políticos que muestran confusión y nos piden sacrificios. Que tratan de decir la verdad mientras confiesan no tener la certeza de poseerla. Aún tenemos una oportunidad de no fingir que no sabíamos de dónde venía el olor a gas.c