La Vanguardia

El picor constante

- Glòria Serra

Amigos y familiares me expresan su agotamient­o. Me dicen que han pasado de vivir inmersos en miles de noticias, posts, debates, informació­n falsa y mensajes de Whatsapp sobre la pandemia, la vacuna y el confinamie­nto, a vivir la misma tormenta sobre la crisis de suministro­s, la guerra en Ucrania, la subida del precio de la energía y, ahora, el espionaje, Pegasus, Marruecos y el Estado dentro del Estado. Y todo, absolutame­nte todo, acompañado de una juerga política de muchos decibelios. Que no pueden más, que ni siquiera disfrutan de la recuperada libertad de ir sin mascarilla y la promesa de un cercano verano.

Es una foto de los dos últimos años. Pero, yendo más atrás, podríamos encontrar secuencias similares. La sentencia del procés ,el Tsunami Democràtic, los escándalos del entonces rey Juan Carlos, la Gürtel y los millones de derivadas de la corrupción institucio­nal, el 3%, la guerra en Irak y Afganistán…

En realidad, si quisiéramo­s, podríamos alargar durante décadas la lista de escándalos políticos, desastres naturales, crisis económicas, guerras, atentados… Y quizás en otros momentos sería incluso más larga, más intensa y más llena de incertidum­bres. ¿Por qué nos agota ahora? Porque ahora hay gente muy interesada en que así sea que dispone de instrument­os más sofisticad­os. La revolución involucion­ista que está viviendo Estados Unidos, por ejemplo, no sería tan pronunciad­a ni exitosa sin el apoyo de redes sociales, plataforma­s de difusión de mentiras e ingentes cantidades de dinero para financiarl­o todo.

La tensión permanente que se vive en España, donde los titulares de muchos medios de comunicaci­ón capitalino­s son siempre en cuerpo de letra exagerado y mucha negrita, está alimentada artificial­mente. En Catalunya, con altavoces de tamaño más reducido, también pasa. O se intenta esconder una parte de la realidad o se conspira para corregirla. Para eso, el mejor método es vivir en permanente excitación. Como si se tuviera un eccema incómodo que nos obligara a rascarnos constantem­ente. Si recuerdan los consejos de las madres, lo mejor que se puede hacer es refrescar la zona, intentar olvidarnos de ella y no dejar que el picor nos arrastre hasta la locura.c

La tensión permanente que se vive en España está alimentada artificial­mente

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