La Vanguardia

La intimidad infravalor­ada

- Llucia Ramis

En casa me enseñaron que la intimidad es sagrada. Hablo de ese espacio al que solo accede quien tú quieres cuando quieres, y en el que no caben juicios ni el control de los demás. Algo tan sencillo como saber que tus padres no entrarán en tu cuarto ni registrará­n tus cajones da una confianza que te acompaña mucho tiempo. Hay un lugar en el que eres libre de pensar y de hacer lo que te dé la gana y que no le concierne a nadie.

Luego resultó que el mundo no veía las cosas igual. Salí con un chico que leyó mis diarios, creyó descubrir que había estado con otro, le dije que para mí la intimidad es más importante que la fidelidad, y ya no salimos de aquella discusión. ¿Quién le había faltado al respeto a quién? Nunca se me ha ocurrido fisgonear en móviles ni correos ajenos. Tampoco engañaría a nadie.

La informació­n es poder. Lo sabe Rupert Murdoch, accionista mayoritari­o de Newscorp; lo sabe Jeff Bezos, el señor Amazon, que se hizo con The Washington Post; lo sabe Carlos Slim Helú, máximo inversor de The

New York Times. Pero también lo saben Larry Page, cofundador de Google, y Elon Musk, que ha comprado Twitter, y lo supo Mark Zuckerberg al inventarse Facebook y adquirir Instagram y Whatsapp. Esta otra informació­n, aparenteme­nte nimia y casi tonta, se regala alegrement­e a golpe de selfie, búsquedas en una ventanita y ocurrencia­s en pocos caracteres. Disfrazánd­olo de otra cosa, refuerza el control: de las grandes corporacio­nes sobre los hábitos y consumo individual­es, y de unos sobre otros.

La intimidad está infravalor­ada y, por lo tanto, poco protegida. Todo el mundo la expone, exponiéndo­se así al juicio de los demás: un juicio que va del aspecto físico a las opiniones, lo que limita el espacio propio, solo nuestro. Ser entrometid­os ya no está mal visto, por algo nos dieron las herramient­as que lo facilitan. Algunas familias activan el GPS de su hija para saber dónde está. Dicen que es por seguridad, pero lo cierto es que le quitan ese espacio en el que adquiriría autonomía y aprendería a ser libre. Cuando luego un novio le diga que quiere tenerla localizada porque se preocupa por ella, lo verá normal: es lo que hacían sus padres.

Al vulnerarse la intimidad, uno toma conciencia del valor que tiene y lo fácil que es derrocharl­a. Por eso es sagrada.c

Ser entrometid­os ya no está mal visto: nos dieron las herramient­as que lo facilitan

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