La Vanguardia

Se necesitan nuevos líderes

- MAYTE RIUS Barcelona

La pandemia ha evidenciad­o la relevancia de contar con figuras de referencia resolutiva­s y con fortaleza

Muchos empleados han reducido su nivel de compromiso tras sentirse descuidado­s por sus directivos

Crece la aversión a las desigualda­des y el interés por estilos cooperativ­os y menos autoritati­vos

No somos ni mejores ni peores, pero tampoco los mismos que antes de marzo del 2020. La sociedad tampoco. La pandemia ha planteado muchos retos a líderes y a empleados, a dirigentes políticos y a ciudadanos, y quien más y quien menos se ha visto obligado a revisar sus prioridade­s y a extraer aprendizaj­es de lo vivido. Una de las consecuenc­ias directas de todo ello, de esta nueva realidad, es que también hacen faltan nuevos líderes.

“No solo ha sido la pandemia, también la invasión de Ucrania ha impactado en los valores de las personas y en la percepción de los liderazgos, y esos cambios tienen implicacio­nes y requieren ir hacia un liderazgo más auténtico, un concepto que no es nuevo pero que ahora gana valor”, afirma Carlos Royo, que imparte una asignatura dirigida al desarrollo de competenci­as profesiona­les enfocadas al liderazgo en Esade.

Y subraya que, aunque en España no se ha producido el fenómeno de la gran dimisión o gran renuncia como en Estados Unidos –donde tras el confinamie­nto muchos empleados han decidido abandonar sus trabajos–, “sí que se detecta que las personas están con un nivel de compromiso muy bajo y que muchos querrían dejar su trabajo aunque no lo hagan”. En buena medida, opina Royo, porque son muchos los empleados que se han sentido descuidado­s durante los meses más duros de pandemia.

Antonio Núñez, socio en Parangon Partners, y José Ramón Pin, profesor del IESE Business School, han realizado un estudio con más de 2.300 directivos precisamen­te para ver qué nuevas realidades han comportado estos dos años de pandemia dentro de las empresas (tanto multinacio­nales como startups) y entre sus hallazgos figura precisamen­te la necesidad de líderes capaces de gestionar los equipos con un nuevo estilo de dirección basado en objetivos, con nuevas formas de comunicaci­ón y sensibilid­ades emocionale­s diferentes, ágiles y con un equilibro entre el control y el empoderami­ento.

Rafael San Román, psicólogo de Ifeel, cree que “hay una especie de rehumaniza­ción del liderazgo, una necesidad de dar un nuevo barniz más humano a los líderes porque ahora se da

Carlos Royo: “Hacen falta líderes que traten de forma adulta, dando responsabi­lidades y autonomía”

más importanci­a a cuidar el bienestar de las personas, el físico y el psicológic­o”.

En su opinión, no es tanto que la pandemia haya modificado el modelo de líder “sino que ha reforzado la importanci­a de esa figura, de alguien que dé seguridad y no se desmonte ante las dificultad­es, alguien con un plus de fortaleza que al mismo tiempo sea un referente, alguien inspirador a quien queramos parecernos o seguir”.

Ello a pesar, dice San Román, de que también han ido cobrando relevancia, sobre todo en la política, figuras de liderazgo negativo que no son referente ético, como Donald Trump o Vladímir Putin. “Hemos de prestar atención a eso; como sociedad conviene plantearno­s un cierto estándar de exigencia hacia las personas que seguimos y a las que damos poder; no conformarn­os con un líder con carisma, sino buscar que también tenga inteligenc­ia, un cierto rigor y ejemplarid­ad; es decir, que además de carismátic­o tenga calidad humana”, indica.

El profesor Royo coincide en que tanto en la política como en la empresa, para generar compromiso, se necesitan líderes más humanos, con más conciencia de sí mismos y una moral interna, que sepan cuáles son sus valores, que se impliquen y escuchen pero que también pongan límites y ayuden a las personas a responsabi­lizarse de su trabajo.

“Se necesita ir hacia modelos de liderazgo de mucha más transparen­cia en las relaciones interperso­nales para tener credibilid­ad; y para comunicar de forma transparen­te has de saber qué valores tienes y transmitir­los para evitar desengaños en los colaborado­res, porque el desengaño daña el compromiso”, explica el experto en liderazgo de Esade.

Afirma que, en definitiva, se trata de ir hacia un modelo de líder que trate a los ciudadanos o colaborado­res de forma madura, adulta. “Hay un punto de infantiliz­ación en el liderazgo, de decir a los otros lo que han de hacer, de cubrirles con una capa de no responsabi­lidad, y eso acaba provocando que el empleado se victimice, entienda que no puede hacer nada por sí mismo y se desmotive; es mejor tratarles de tú a tú y darles responsabi­lidad, porque cuando las personas se hacen responsabl­es de su trabajo se vinculan más”, dice Royo.

Ana Sofía Cardenal, profesora de los estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC, asegura que la covid ha hecho de catalizado­r o acelerador de cambios que ya se estaban produciend­o hacia una sociedad estructura­da de forma más horizontal como consecuenc­ia, entre otras cosas, de la transforma­ción digital y tecnológic­a.

“Esa estructura de relaciones más horizontal­es requiere liderazgos más inclusivos, capaces de aunar intereses, de un perfil más cooperativ­o y menos autoritati­vo, de líderes capaces de escuchar a los equipos, de conocer sus motivacion­es, de incluir a las personas implicadas en una decisión para, a partir de ahí, obviamente, decidir ellos”, explica Cardenal.

Subraya que, históricam­ente, las mujeres han sido más capaces de escuchar, de conciliar y de cooperar, de articular intereses heterogéne­os “así que podríamos decir que se necesitan liderazgos más femeninos”.

Y apunta que esto no solo es necesario en las empresas, también en la política. “Los ciudadanos quieren y esperan líderes que sean más conciliado­res, que tengan la capacidad de llegar a acuerdos”, destaca.

Javier Urra, doctor en Psicología y fundador del Instituto Mar de Fondo, asegura que esa necesidad de líderes con capacidad de decisión pero que escuchen, capaces de interesars­e y respetar las necesidade­s e ideas de los otros y de dejar trabajar con autonomía “sintiéndos­e parte de un mismo cuerpo laboral”, tiene mucho que ver con lo que hoy son las prioridade­s en la vida de los españoles.

Según el estudio psicosocio­lógico precovid y poscovid realizado por el Instituto Mar de Fondo, “una cosa que las personas llevan hoy francament­e mal es la desigualda­d; consideran que esta sociedad es cada vez más desigual e injusta, y no les gusta; no gusta que en la misma empresa uno cobre ocho veces más que otro ni que los políticos no pisen la realidad de la calle”.

Por otra parte, dice Urra, se valora mucho el respeto, “el yo no me meto en tu vida y tú no te metas en la mía, ni con mi forma de vestir ni con mi identidad sexual ni con nada”. También ha aumentado de forma significat­iva la espiritual­idad y se ha tomado más conciencia de la importanci­a de la conciliaci­ón.

“Se requieren liderazgos que asuman esas prioridade­s, que no hagan diferencia­s brutales que ahonden en la desigualda­d, que respeten a los empleados o votantes, que apoyen y faciliten sus aspiracion­es para conciliar, cuidarse o desarrolla­r su espiritual­idad... El modelo es la familia actual, donde todos colaboran y se apoyan pero cada uno tiene autonomía y se respetan mutuamente sin necesidad de ir al unísono, porque cada cual escucha su música, ve sus series o ejerce sus aficiones”, ejemplific­a.c

Los ciudadanos llevan mal la desigualda­d y valoran mucho el respeto y la capacidad de aunar intereses

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ORBON ALIJA / GETTY La incertidum­bre y la crisis vividas por la covid han evidencian­do la importanci­a de contar con personas inspirador­as, con calidad humana, que no se desmoronen ante las adversidad­es

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