La Vanguardia

Quién mueve los hilos de las temporadas de ópera

Los principale­s teatros en el territorio español, Liceu y Real, están dirigidos artísticam­ente por dos barcelones­es

- MARICEL CHAVARRÍA Barc lona

Los principale­s teatros de ópera del Estado, decanos dentro del panorama internacio­nal, están dirigidos artísticam­ente por dos barcelones­es: Joan Matabosch y Víctor García de Gomar. Uno dejó las riendas del Liceu para coger las del Real de Madrid hace nueve años y el otro pasó de remontar un Palau de la Música afectado por el escándalo Millet a levantar el modelo artístico de un Liceu que se sacude la crisis. Ellos deciden cómo pinta la ópera en este país, el género más caro y sofisticad­o.

¿Tuvieron una niñez musical? Joan Matabosch: En casa estaba instituido que estudiabas música e idiomas, e hice la carrera de piano, pero nunca pensé que tuviera talento para dedicarme a él. A los 6 años haces lo que te mandan. Y ya con cinco acompañaba a mi abuela al Liceu: confieso que ¡vi a Giuseppe di Stefano! Me decían que era una leyenda pero yo veía que de aquello de cantar tenía ya poco. Víctor García de Gomar: La clásica se escuchaba de fondo en casa, abonados al Liceu pero sin fanatismos. Con 11 empecé a estudiar música, quería hacer violín pero para ahorrarse la tortura del sonido me pusieron al piano. Y todo el canto en el Conservato­ri del Liceu. Hice tres papeles y basta: el conde, en Le nozze di Figaro, Il giovedi grasso e Il segreto di Susanna.

J.M.: O sea que eras barítono. Yo era tenor e hice de refuerzo del Cor del Liceu. En casa las vacaciones consistían en ir en caravana a festivales de música de Europa. ¡He visto a Karajan en Salzburgo!

V.G.G.: Qué maravilla. Yo vendía más de la plástica, con padre pintor, abuelo arquitecto, las proporcion­es más que la música. Pero iba al Liceu a escondidas siempre que podía. Tengo enmarcada la entrada de un concierto del Fischerdie­skau. Me castigaron sin ir porque había osado bajar la Rambla sol para comprar la entrada.

J.M.: Es cierto que había esta prevención, pero yo me pasaba la vida subiéndola y bajándola.

V.G.G.: Recuerdo que hice toda una noche de cola por las entradas de L’elisir d'amore por Pavarotti. J.M.: ¡Recuerdo esta cola!

¿Y con todo este bagaje, qué truco tienen para animar de manera informal a ver ópera?

V.G.G.: A veces es por la espectacul­aridad de un montaje, la de una voz, un director, un aria que sabes que no fallará. Lo peor que nos puede pasar es hacer una mala recomendac­ión a alguien que se aproxima al género. Si es una mala noche, a la persona la pierdes para siempre. Y no hace falta que sea la Tosca. El montaje más bonito que he visto en años es el Ángel de fuego de Prokófiev ahora en el Real. Todo el mundo es capaz de entender lo que está pasando allí, es de una intensidad que un cualquier neófito detecta. Todo el mundo tiene un radar para la calidad.

J.M.: Los espectácul­os no están todos por el mismo motivo en la programaci­ón, pero todos están allí por un motivo y no es siempre el mismo. Es más, puede estar para sectores muy divergente­s. Pero cada espectácul­o tiene que tener su coherencia y ésta se puede explicar. Las cosas no se hacen por intuición, hay un discurso detrás.

¿Cómo se construye una temporada de ópera de un teatro puntero? ¿A qué objetivos obedece?

V.G.G.: Nunca partes de una hoja en blanco. Puede haber compromiso­s previos, o te ves condiciona­do por algunos directores que te interesan, por las voces que escogen en qué teatros cantarán... Buscas coproducci­ones, una regularida­d con unos cantantes, un determinad­o director de escena. Y todos pueden venir con un proyecto bajo el brazo que al teatro le conviene. Pero también hay herencias del pasado, cancelacio­nes covid. El Liceu ha evoluciona­do al intentar tener batutas relevantes.

J.M.: Una temporada es abrir la mente del público a una contribuci­ón importante en la evolución del gusto colectivo. A abrir su sensibilid­ad a nuevas estéticas, compositor­es, propuestas... a revisitar obras que pensamos que conocemos bien pero que hay una determinad­a dramaturgi­a e interpreta­ción que puede hacer que nuestra aproximaci­ón ya no sea por aquello tan bonito de los decorados, sino porque el teatro ha hecho lo que tiene que hacer: atreverse a invitar a descubrir estas obras. Porque a base de ver un gesto rutinizado, aquello que en origen podía tener una fuerza y utilidad, al final no te dice nada. Se tiene que volver a codificar la obra. Y es cuando haces la tarea de invitar al público a descubrir, no a recordar. Quién quiera ir a la ópera a recordar que vaya, es legítimo y placentero, pero a mí me interesa invitar a descubrir cuán potente, fuerte y revulsiva es esta obra hoy día.

V.G.G.: Sí, es replantear­se por qué esta pieza hoy todavía nos habla. Al final nuestro trabajo es ser sensores de una sociedad, pero tenemos que provocar algo más. Para mí una institució­n cultural del siglo XXI se más que la misión en origen. Un teatro de ópera es un centro de artes y pensamient­o donde la ópera es el vehículo. Y nosotros, como directores artísticos, somos los sensores que articulan un mensaje con coherencia. Liceu y Real no pueden estar parados en la glorificac­ión de un pasado. El único futuro para la ópera es que aún hoy nos interpela. Porque si solo hablara de la gente pretérita, es un lenguaje que se agota en poco tiempo: es un género carísimo, el más caro y sofisticad­o, por cada persona que sube al escenario hay 30 trabajando.

J.M.: La ópera es esclava de su propia complejida­d. Interviene­n tantos elementos que es complicado establecer un proceso realmente creativo, eso hace que el camino de la rutina sea el más realista en muchos teatros para poder levantar el telón. Pero se tiene que evitar. Eso lleva a la inutilidad de poder seguir haciendo ópera.

Joan Matabosch

Directo artístico del Teatro Real

Nuestro cometido es invitar al público a descubrir una ópera, no a recordarla”

La rutina es el camino realista para muchos teatros de ópera, pero hay que evitarla”

Víctor G. De Gomar

Director artístico del Liceu

Todo el mundo tiene un radar para la calidad, y no hace falta que esté viendo ‘Tosca’”

Si este género, que es el más caro, no se agota en poco tiempo es porque todavía hoy nos habla”

 ?? XAVIER CERVERA ?? Joan Matabosch y Víctor García de Gomar, en las sillas Barcelona del pabellón Mies van der Rohe
XAVIER CERVERA Joan Matabosch y Víctor García de Gomar, en las sillas Barcelona del pabellón Mies van der Rohe

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