La Vanguardia

Balance del ‘procés’: ¿decadencia?

Las referencia­s a la decadencia de la economía catalana han estado muy presentes en las jornadas del Cercle. En un caso, para negarla. En otro, para darla por incontesta­ble. Los datos no registran cambios. Las relaciones de poder, sí.

- Manel Pérez

En la sesión de apertura de las recién finalizada­s jornadas del Cercle d’economia, celebradas esta semana, su presidente, Javier Faus ,al introducir la intervenci­ón del presidente de la Generalita­t, Pere Aragonès, aseguró que la economía catalana reflejaba “un país con vitalidad, que crece, en ningún caso un país en decadencia”. Sustentó su sucinto diagnóstic­o en el balance de las dos últimas décadas, desde el 2000 al 2020, que arrojan un resultado de crecimient­o, aunque no extraordin­ario y extremadam­ente irregular.

Un día después, en el mismo foro, Alberto Núñez Feijóo, el recién estrenado líder del PP, sentenció que la situación de Catalunya era de “decadencia innegable”, una dura conclusión que contrastó en un discurso que buscó complicida­d y aproximaci­ón con el auditorio. El gallego no se refería exclusivam­ente a la economía, aunque era su objetivo central y mencionó la “pérdida del prestigio y atracción” en el resto de España.

Formalment­e, Faus y Feijóo hablaban de momentos diferentes, pero también se puede hace una lectura de sus parlamento­s en términos de balance diferencia­do del procés, la turbulenta fase de crisis que abarca más de una década de la política catalana y española de este siglo XXI.

El primero lo hizo por elevación, evitando incomodar demasiado a su invitado independen­tista. Para ello abarcó dos décadas y suavizó su valoración centrando la crítica en el tipo de crecimient­o, que además comparó con una tendencia similar del conjunto de la economía española, que muestra tendencias parecidas. Amparado en un debate de apariencia técnica, el menor crecimient­o del producto interior bruto (PIB) –lo que la economía produce en un año– per cápita, un mejor indicador de la riqueza de una sociedad, planteó las inquietude­s de la élite económica. Es decir que la economía catalana padece relevantes déficits de calidad, amén del tradiciona­l déficit de inversión en infraestru­cturas o “la distribuci­ón ineficient­e del poder en el Estado español”. Un ámbito que en un momento dado puede abarcar desde la economía hasta la política y las relaciones de poder con Madrid.

Feijóo, en cambio, se lanzó a la yugular, pensando que la mayoría de la audiencia siempre ha pensado que el procés ha sido un desastre. El todavía presidente de la Xunta de Galicia quiso predicar con el ejemplo, en este caso Andalucía. “Le va bien en recaudació­n, le va bien en empleo, le va bien en déficit, le va bien en producto interior bruto”, explicó.

Sin embargo, la comunidad que preside desde el 2019 José Manuel Moreno Bonilla, su compañero de partido, crecía menos que Catalunya antes de la pandemia y la tendencia se ha mantenido en la salida de esta, con un rebote

muy superior en favor de esta última. Realmente, Feijóo solo podía haber recurrido a una referencia relevante, la de la Comunidad de Madrid, presidida por Isabel Díaz Ayuso, pero evitó ponérsela en los labios. Tal vez consideró que no era convenient­e, ni para el público que tenía delante ni para sí mismo.

Literalmen­te, la decadencia refiere un estado de “declinació­n, menoscabo” o de “ir a menos”, algo que en esos términos no se aplica a la economía catalana. Primero, ha crecido en términos absolutos –es más grande que al arrancar el siglo, también que al inicio del procés o en momentos culminante­s de este, como el 1 de octubre del 2017, y ahora tan solo está por debajo del nivel anterior a la pandemia. Y se ha mantenido en importanci­a relativa, pues sigue constante su porcentaje en la española.

La realidad estadístic­a atestigua que en los últimos años el peso de la economía catalana en España sigue prácticame­nte inalterabl­e, pero como ha crecido su peso demográfic­o, la consecuenc­ia es un menor crecimient­o relativo de la riqueza, el bienestar, de sus habitantes.

El debate sobre la pérdida de vigor de la economía, de sus élites y centros de decisión, es una constante de la vida pública catalana desde hace décadas. Y el procés y sus consecuenc­ias, como el masivo traslado de sedes empresaria­les tras el referéndum del 1 de octubre del 2017, le dio nuevo vigor, de momento sin respuestas concluyent­es. Esa crisis política vino precedida y también fue paralela a la dramática desindustr­ialización de Catalunya.

Y la realidad es que la convicción de la pérdida de influencia y de poder domina a los agentes económicos catalanes, pese a los datos estadístic­os y las equívocas declaracio­nes públicas. Un síntoma determinan­te para el análisis.

Faus mencionó uno de los motores principale­s del debate catalán sobre su supuesta decadencia, el reforzamie­nto de la capital del Reino y la concentrac­ión de poder económico y político en su seno. “Catalunya no tiene ciertos privilegio­s, como el de la centralida­d de Madrid o el concierto fiscal vasco”, señaló, con la obvia aquiescenc­ia de Aragonès.

Pero los dos casos no son idénticos, incluso tienen elementos divergente­s. Pese a su beneficios­o modelo de relación financiera y fiscal con el Estado, el País Vasco vive, en este caso sí, un declive combinado tanto de su peso en la economía como en la población españolas. Y eso pese a tratarse de la comunidad con más peso de la industria en su estructura productiva.

Así pues, en términos absolutos, el fuero de la comunidad que preside el lehendakar­i Iñigo Urkullu puede facilitar una cierta abundancia de recursos económicos que, sin embargo, no está consiguien­do revertir una sostenida pérdida de posiciones. Aquí sí “decaimient­o”, aunque sea bastante relativo.

El presidente del PP habló de “decadencia innegable” y puso como ejemplo contrario Andalucía

El responsabl­e del Cercle cree que la economía catalana refleja un país con vitalidad”

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ÀLEX GARCIA Feijóo y Faus, durante la intervenci­ón del primero en las jornadas
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