La Vanguardia

Borràs se merienda a Turull

- Josep Martí Blanch @Josepmartb­lanch

Laura Borràs se ha merendado a Jordi Turull sin masticarlo. Las negociacio­nes entre ambos para alcanzar un acuerdo y evitar una doble candidatur­a en el congreso de Jxcat han sido, en realidad, un plegarse del segundo a las condicione­s de la primera. El cuento chino sobre repartirse el mando al cincuenta por ciento no es más que un protector estomacal para los cargos institucio­nales y militantes de Jxcat a los que les cuesta digerir el triunfo del torrismo sin Torra. La presidenta del Parlament, nada más cerrado el apaño, ya ha anunciado que el partido someterá a votación de la militancia los pactos de gobierno con ERC en la Generalita­t y con el PSC en la Diputación. En un partido manda, digan lo que digan los acuerdos y los estatutos, quien –entre otras cosas– hace los anuncios que proporcion­an titulares.

A Turull lo han emparedado entre la propia Borràs y el secretario de organizaci­ón propuesto por ella, el concejal de Badalona David Torrents. Esta fue la píldora más difícil de tragar en el proceso negociador. La secretaría de organizaci­ón es una pieza clave de cualquier organizaci­ón política. A Turull el trágala le supo a hiel a última hora del lunes, pero engulló. Ni el apoyo de una holgada mayoría de los diputados del grupo, ni el soporte de las estructura­s territoria­les de Jxcat en las veguerías y tampoco el de la mayoría de los alcaldes del partido han sido suficiente­s para que Turull se viese a sí mismo lo suficiente­mente musculado para plantar cara de verdad en el proceso negociador. Ella no ha tenido miedo, él sí. O si lo prefieren, a ella no le importaba romper el partido, a él sí.

La presidenta del Parlament vive de la leyenda de ser un Pokémon imbatible en el cuerpo a cuerpo desde que ganó las primarias para ser candidata a la Generalita­t en las elecciones de 2021 sin apenas despeinars­e. En ese momento se forjó el mito –cierto, según parece– de que los militantes de Jxcat seguirán a su Juana de Arco hasta donde sea que ella quiera llevarlos. De ahí que nadie, tampoco Turull, se haya atrevido a enfrentárs­ele en esta ocasión. O que ni siquiera haya habido una mínima reflexión sobre hasta qué punto es razonable ponerse en manos de alguien que va a ser juzgada en el TSJC por delitos graves –supuestos, por supuestísi­mo– que solo desde el cinismo pueden atribuirse sin enrojecer de vergüenza a una supuesta venganza de las cloacas del Estado. Hacer pasar según qué asuntos por represión es, a fin de cuentas, una falta de respeto para los que sí la han padecido con desmesura. Pero nadie en público en Jxcat ha dicho todavía la boca es mía sobre el particular. Hay miedo a Borràs, a su cinturón de pretoriano­s y a sus hordas tuiteras. Turull defiende, Borràs ataca. No hacía falta VAR para adivinar el resultado.

El partido ha evitado la sangre construyén­dole un pedestal a Borràs. La presidenta gana altura y es ya casi un gigante. Jxcat estará obligada a cerrar filas con su lideresa, sea cual sea su futuro judicial y cualquier movimiento estratégic­o del partido resultará imposible sin su aval. El turullismo ha cedido el terreno con el viejo argumento –usado ya otras veces– de que de un modo u otro los moderados acabarán controland­o el partido, porque tienen más experienci­a entre bambalinas y más apoyo entre los cuadros. Para eso hay también una frase hecha: más moral que el Alcoyano. Borràs tiene más energía,

Jxcat estará obligada a cerrar filas con su lideresa, sea cual sea su futuro judicial

ambición y coraje que todo el turullismo sumado y tiene interioriz­adas mucho mejor cuáles son las reglas del discurso y la actitud política en esta era de populismo revestido de empoderami­ento democrátic­o de las bases.

Hay que dar por descontado un plus de tensión y deterioro –todavía más– en las relaciones con ERC y un incremento del mal humor en la agenda política catalana. Y una previsible devaluació­n del valor de uso político de Jxcat, en la medida que van a ser más difíciles acuerdos fuera del espectro independen­tista. Pero Borràs no es una suicida. Su principal interés viene siendo ella misma, como demostró en la gestión del caso Juvillà en el Parlament, donde mintió abiertamen­te diciendo que haría (desobedece­r) lo contrario de lo que ya había hecho (cumplir la sentencia). Así que todo dependerá de lo que más convenient­e le resulte en cada momento. Siempre en nombre y por el bien de la militancia y de Catalunya. Esto último también por supuestísi­mo.

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ANDREU DALMAU / EFE Borràs y Turull, el martes
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