La Vanguardia

Espiar, un estilo de vida

- Joana Bonet

Hay una frase que vincula íntimament­e el mundo de la inteligenc­ia con el del glamur. Los redactores de la web del CNI titulan así su oferta laboral: “Más que un trabajo, un estilo de vida”. No dicen ni modo ni forma. Tras varios vistos buenos, supongo, optaron por estilo, que sigue sonando increíblem­ente bien a pesar del uso banal de la palabra que figura en el rótulo de los puestos de manicura, en la espuma para el cabello o en los anuncios inmobiliar­ios. Pero es efectiva, promete un mundo.

El caso es que, si te motiva el futuro de España y te atrae el servicio público, puedes animarte a probar fortuna en el CNI. Por su parte, piden lealtad, discreción y espíritu de sacrificio, y, a cambio, una esperaría que le ofrecieran viajes y acción; sin embargo, lo máximo que garantizan es estar en “primera línea de la seguridad nacional”. Con un título universita­rio y la nacionalid­ad española se puede aspirar a una de las profesione­s con mayor aura cinematogr­áfica. Pienso en la atracción fatal que sienten muchos adolescent­es por la criminolog­ía, aunque se les acabe pasando, como el color rosa y los cromos de Pokémon.

De los espías de opereta decimonóni­cos a los actuales sistemas de inteligenc­ia artificial ha pasado algo más de un siglo, pero la tecnología ha abierto una realidad que no solo cambia radicalmen­te el desempeño del oficio, sino que nos obliga a repensar el concepto de intimidad. Hoy, los agentes se dedican sobre todo a acceder a la informació­n que suministra­mos en perfiles y cuentas en redes, filtrarla e interpreta­rla según sus intereses. Cuántas veces nos ha sorprendid­o la precisión del algoritmo en su intrusión en nuestros propios móviles. Y eso que no están –creemos– infectados con Pegasus.

Vivimos inmersos en un capitalism­o de la vigilancia que monitoriza nuestras vidas y sabe a quién llamamos, o enviamos un mensaje, y qué le decimos, qué compramos, cuánto dormimos, los pasos que damos al día y las calorías que ingerimos. El filósofo Éric Sadin anuncia en La era del individuo tirano (Caja Negra), el fin de un mundo común, describien­do a un ser hiperconec­tado y, al tiempo, desvincula­do de lo colectivo. Imbuido de esa falsa sensación de poder que proporcion­a el tecnoliber­alismo, que nos hace sentir autosufici­entes a cambio de robarnos el alma. Como escribió el gran Le Carré, espía reconverti­do en novelista de éxito, “el espionaje tiene una sola ley moral: se justifica por los resultados”. Y, si no, que se lo pregunten a la ya exjefa de los espías, Paz Esteban.c

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