La Vanguardia

Vuelve el coñazo de Eurovisión

- Joaquín Luna

Al parecer, Europa se siente obligada a premiar a Ucrania, ¡cosas de la empatía!

Al parecer, este sábado se celebra el coñazo de Eurovisión, un festival hortera que me recuerda aquel discurso del general Patton, reintegrad­o en 1943 a la II Guerra Mundial tras abofetear a un soldado herido. Anticipó lo que pensarían los alemanes del retorno: “¡Ese hijo de puta de Patton otra vez!”.

¡Otra vez esta fiesta europea de la alegría, la cuchipanda y los saltimbanq­uis que se adueñan del escenario para disimular sus limitacion­es musicales!

Yo no tengo nada personal contra el festival de Eurovisión, que es a la música lo que las dichosas series al séptimo arte. ¡Peores formas conozco de pasar un sábado por la noche! Puedo entender que tiene su gracia ver como los moldavos putean a los armenios –es un suponer– o españoles y portuguese­s reeditan el pacto ibérico.

Ya entiendo que un sábado por la noche con Eurovisión disimula el tedio conyugal, permite gorrear unas pizzas en casa de algún friki eurovisivo y hasta soltar comentario­s sexistas, nacionalis­tas o escandinav­ofóbicos que en cualquier otra situación nadie se atrevería a hacer. ¡Incluso permite añorar a Abba, que, como el Real Madrid, siempre vuelven!

El problema es que este año, al parecer, Europa se siente obligada a rendir homenaje a Ucrania, representa­da por la banda no armada de la Kalush Orchestra, a quienes se supone que hay que votar para demostrar, desde el sofá, que nuestros corazones y nuestros puntos están con el pueblo atacado por Rusia (imagino que no participar­án, una pena porque hubiese permitido, ¡al fin!, los tomatazos, siempre en el tono dicharache­ro del festival, en el que nunca participó el más eurovisivo de los artistas, el añorado Georgie Dann).

¿Cambiará el curso de la guerra una potencial victoria eurovisiva de Ucrania? Ya imagino que no pero no descartarí­a que algún comentaris­ta vea una inyección de moral y una muestra de empatía, valor al alza, en semejante brindis al sol. La hipótesis tiene un colofón trepidante porque si triunfa Ucrania le tocaría organizar el festival de Eurovisión del 2023, acaso entre las fotogénica­s ruinas de Mariúpol o Borodianka.

¡La magia de Eurovisión!c

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