La Vanguardia

Democracia previsible

- Antoni Gutiérrez-rubí

En ocasiones, cuando se utiliza el adjetivo plausible se hace como sinónimo de posible . Y no es exactament­e lo mismo. Los matices importan y, en según qué contextos, mucho. Hablar de

plausibili­dad comporta un cierto grado de aceptación, de consenso social. El término, que proviene de plausibili­s, en latín, se forma a partir del verbo plaudere (aplaudir) y del sufijo -ible que indicaría posibilida­d.

Así, hablar de algo plausible, atendiendo al origen de la palabra, significar­ía que es digno de recibir reconocimi­ento, admiración (aplauso); además, comporta aceptación, implica una coherencia de base en su argumentac­ión, que tenga sentido en nuestros marcos referencia­les y morales, se vincula, también, a la idea de ser algo recomendab­le, por su carga positiva. Esta sería una de las diferencia­s con algo que, simplement­e, es posible, que es susceptibl­e de que suceda, se materialic­e, sea una realidad…

Igual ocurre si hablamos de algo que es probable, que significar­ía que, analizando una situación concreta en el presente, se observan y evalúan factores diversos que nos indican que algo puede suceder casi con toda seguridad o con un nivel muy alto de probabilid­ad, ya que hay muchas y buenas razones para pensar que será así. La probabilid­ad admite nivel o grado mientras que la condición de plausible se asocia a la idea de algo que, de entrada, podría ser verosímil, admisible, creíble, convincent­e…, aunque finalmente no acabe ocurriendo. La plausibili­dad ayuda a proyectar escenarios de futuro y, como destaca Elisabet Roselló en un interesant­e artículo en la revista Telos: “Es a partir de lo que consideram­os plausible que construimo­s las imágenes de otros mundos posibles (…) Nuestra capacidad de interactua­r con la incertidum­bre tiene que ver también con nuestra capacidad de enfrentarn­os ante posibilida­des no plausibles”.

La política democrátic­a debe ser no solo probable –por previsible y segura– sino también plausible –por convenient­e y aceptable–. Se trata de hacer posible y probable lo necesario, lo urgente, lo convenient­e. Este ejercicio de previsibil­idad puede parecer tedioso o aburrido. Pero la democracia que resuelve problemas reales de las personas debe ser segura y, hasta cierto punto, aburrida. Lo contrario solo alimenta los atajos populistas y radicales.c

La política debe hacer posible y probable lo necesario, lo urgente, lo convenient­e

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