La Vanguardia

España depende un poco menos de Argelia

- ENRIC JULIANA

Josu Jon Imaz, uno de los hombres decisivos de la política vasca en el cambio de siglo, se halla desde el 2014 en el puente de mando de una de las principale­s empresas del sector de la energía. Concentrad­o en su cometido empresaria­l, Imaz habla poco de política, pero sigue teniendo mirada política.

La vieja escuela realista resiste, y ahí tenemos al expresiden­te del Partido Nacionalis­ta Vasco advirtiend­o este pasado martes en Bilbao que el próximo invierno puede ser muy crudo en Europa, con posibles restriccio­nes energética­s. El consejero delegado de Repsol no se deja llevar por el discurso mágico según el cual la guerra en Ucrania puede estimular una feliz transición energética en Europa. Según esa fantasía, la desgracia de unos cuantos serviría para acelerar el futuro radiante de una Europa verde y descarboni­zada. No es verdad. Viene una transición energética difícil, incierta y dolorosa, especialme­nte para las rentas más bajas. Lo verde no es un cuento de hadas.

La Unión Europea no dispone de margen real para prescindir del gas ruso en los próximos tiempos a menos que se quiera provocar una recesión de impredecib­les consecuenc­ias. Alemania e Italia, las dos grandes economías más dependient­es de Rusia, trabajan a toda máquina para depender menos del barato gas siberiano, pero eso pide tiempo. Un mayor consumo de gas licuado –la oferta estratégic­a de Estados Unidos a Europa– necesita plantas regasifica­doras, y estas no se improvisan. Alemania, por ejemplo, no tiene ninguna. Italia solo cuenta con tres, una de ellas muy antigua. Construir una planta de regasifica­ción exige entre dos y tres años de trabajo. Se puede recurrir provisiona­lmente a plantas flotantes, pero solo existen unas 52 instalacio­nes de este tipo en todo el mundo, muy buscadas. Tampoco será fácil que crezca con rapidez la flota de barcos metaneros: unos 700 en todos los mares.

Si la guerra de Ucrania se prolonga, el próximo invierno se quemarán ingentes cantidades de carbón en Europa, puede haber restriccio­nes de gas y podrían registrars­e estallidos sociales en Oriente Medio y el norte de África ante el aumento del precio del pan, por la paralizaci­ón de las exportacio­nes de

Gracias a las plantas de regasifica­ción, España compra más gas licuado a EE.UU. y Nigeria

trigo ucraniano y el encarecimi­ento de los cereales. Egipto puede ser uno de los países más perjudicad­os.

España no estará en el epicentro de ambas tormentas (la energética y la alimentari­a), pero no quedará al margen del oleaje. Las siete plantas de regasifica­ción que tiene España adquieren en estos momentos un gran valor estratégic­o. Gracias a esas instalacio­nes, las empresas suministra­doras están rebajando las compras de gas a

Argelia. Entre enero y abril de este año, España ha multiplica­do por cuatro las compras de gas licuado a Estados Unidos y también ha aumentado las importacio­nes desde Nigeria. En estos momentos, España compra más gas a Estados Unidos (35%) que a Argelia (30%). Ningún proveedor alcanza el 40%. ¿Motivos?

El cierre del gasoducto Magreb Europa en noviembre del años pasado: iniciativa de Argelia en su pugna con Marruecos; más oferta de gas norteameri­cano, y una posible estrategia de presión a Argelia mientras se renegocian los contratos a largo plazo con Sonatrach.

(El Consejo de Ministros aprueba hoy el tope del precio del gas en la generación de electricid­ad. Imaz es uno de los dirigentes empresaria­les que han manifestad­o su acuerdo).c

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