El error de Sánchez
Todos los presidentes de gobierno cometieron una pifia que duró un minuto, pero les hizo perder respeto social y arruinó su presidencia. Suárez, cuando hizo vacaciones con un financiero de dudosa fama y provocó un informe de Interviú: “Este es el amigo de Suárez”. González, cuando estalló el escándalo Filesa: “Me enteré por la prensa”. Aznar, cuando eligió El Escorial para casar a su hija. Zapatero, cuando se negó a aceptar la palabra “crisis”. Rajoy, cuando se conoció su mensaje a Bárcenas: “Sé fuerte, Luis”.
Pedro Sánchez todavía puede cometer ese error. Con casi dos años de Gobierno por delante, seis si vuelve a ganar, hay tantos riesgos de pifia como días en el calendario. Pero quizá lo haya cometido ya en la penosa gestión del espionaje, aunque haya que reconocerle una prodigiosa capacidad de recuperación. Cuando Núñez Feijóo le llama “desorientado” y le acusa de haberse rendido al chantaje de los independentistas, está diciendo algo que piensa una gran cantidad de españoles, no necesariamente votantes del Partido Popular.
La gestión de la crisis se caracterizó por estrategias bisoñas y maniobras que parecían pretender engañar a la sociedad. La más notable ha sido la difusión de la intrusión en los teléfonos del presidente y la ministra de
Defensa, descubierta, oh prodigio, el día anterior, como si una revelación divina hubiera acudido en auxilio del desvalido Gobierno. No hubo tal milagro. Hubo un intento burdo de fabricar una excusa para cesar a la directora del CNI. Lo acabó confirmando el propio presidente: se produjo un fallo de seguridad en las comunicaciones oficiales.
Esto justificaba el cese, pero abría otras grietas: a Paz Esteban no se le podía relevar por las escuchas a independentistas, aunque uno de los espiados fuese Pere Aragonès. Es muy difícil que esto se reconozca en gran parte de Catalunya, pero no se puede despedir a quien cumple la legalidad, y la señora Esteban la cumplió desde el momento en que solicitó y consiguió el aval judicial. Por lo tanto, si se la destituye (“sustituye”) por los fallos que dijo el presidente, sigue sin satisfacerse la exigencia catalana de cabezas. Pere Aragonès fue rotundo: “Nadie debe dar por resuelta la crisis”.
La torpeza fue más invasiva. Se equivocó quien filtró al diario amigo que los espiados fueron 18, con lo cual machacó la información de Paz Esteban en el Congreso. Se transmitió imagen de descontrol absoluto, hasta el punto de ignorar de quién depende la seguridad de los teléfonos del poder. Quedó al descubierto la indefensión del Gobierno y del Estado. Se deterioró la imagen del CNI. Pareció, en efecto, que se gobierna bajo presión de quienes no buscan la solidez del Estado. El primer resultado es la encuesta de Metroscopia que envía a casa a los dos ministros implicados: Robles, la más valorada del Gabinete, y Bolaños, que es el valor emergente. El segundo se verá cuando se pregunte directamente por Pedro Sánchez. De momento se refugia en una defensa basada en el ataque, mal indicio, y está a punto de dar la razón a Feijóo al encomendarse a lo que salga de la reunión con Pere Aragonès.