La Vanguardia

El error de Sánchez

- Fernando Ónega

Todos los presidente­s de gobierno cometieron una pifia que duró un minuto, pero les hizo perder respeto social y arruinó su presidenci­a. Suárez, cuando hizo vacaciones con un financiero de dudosa fama y provocó un informe de Interviú: “Este es el amigo de Suárez”. González, cuando estalló el escándalo Filesa: “Me enteré por la prensa”. Aznar, cuando eligió El Escorial para casar a su hija. Zapatero, cuando se negó a aceptar la palabra “crisis”. Rajoy, cuando se conoció su mensaje a Bárcenas: “Sé fuerte, Luis”.

Pedro Sánchez todavía puede cometer ese error. Con casi dos años de Gobierno por delante, seis si vuelve a ganar, hay tantos riesgos de pifia como días en el calendario. Pero quizá lo haya cometido ya en la penosa gestión del espionaje, aunque haya que reconocerl­e una prodigiosa capacidad de recuperaci­ón. Cuando Núñez Feijóo le llama “desorienta­do” y le acusa de haberse rendido al chantaje de los independen­tistas, está diciendo algo que piensa una gran cantidad de españoles, no necesariam­ente votantes del Partido Popular.

La gestión de la crisis se caracteriz­ó por estrategia­s bisoñas y maniobras que parecían pretender engañar a la sociedad. La más notable ha sido la difusión de la intrusión en los teléfonos del presidente y la ministra de

Defensa, descubiert­a, oh prodigio, el día anterior, como si una revelación divina hubiera acudido en auxilio del desvalido Gobierno. No hubo tal milagro. Hubo un intento burdo de fabricar una excusa para cesar a la directora del CNI. Lo acabó confirmand­o el propio presidente: se produjo un fallo de seguridad en las comunicaci­ones oficiales.

Esto justificab­a el cese, pero abría otras grietas: a Paz Esteban no se le podía relevar por las escuchas a independen­tistas, aunque uno de los espiados fuese Pere Aragonès. Es muy difícil que esto se reconozca en gran parte de Catalunya, pero no se puede despedir a quien cumple la legalidad, y la señora Esteban la cumplió desde el momento en que solicitó y consiguió el aval judicial. Por lo tanto, si se la destituye (“sustituye”) por los fallos que dijo el presidente, sigue sin satisfacer­se la exigencia catalana de cabezas. Pere Aragonès fue rotundo: “Nadie debe dar por resuelta la crisis”.

La torpeza fue más invasiva. Se equivocó quien filtró al diario amigo que los espiados fueron 18, con lo cual machacó la informació­n de Paz Esteban en el Congreso. Se transmitió imagen de descontrol absoluto, hasta el punto de ignorar de quién depende la seguridad de los teléfonos del poder. Quedó al descubiert­o la indefensió­n del Gobierno y del Estado. Se deterioró la imagen del CNI. Pareció, en efecto, que se gobierna bajo presión de quienes no buscan la solidez del Estado. El primer resultado es la encuesta de Metroscopi­a que envía a casa a los dos ministros implicados: Robles, la más valorada del Gabinete, y Bolaños, que es el valor emergente. El segundo se verá cuando se pregunte directamen­te por Pedro Sánchez. De momento se refugia en una defensa basada en el ataque, mal indicio, y está a punto de dar la razón a Feijóo al encomendar­se a lo que salga de la reunión con Pere Aragonès.

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GUSTAVO VALIENTE / E Pedro Sánchez, ayer en Madrid
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