La Vanguardia

Introducci­ón a la vida dura

- Lluís Foix

Los tambores de guerra resuenan más allá de Rusia y Ucrania. Las dos grandes guerras del siglo pasado no iban a durar mucho ni involucrar a prácticame­nte toda Europa y el mundo. Se equivocaro­n los presagios. Cada vez que los ejércitos cruzan fronteras se entra en escenarios desconocid­os.

Vladímir Putin ha desencaden­ado un terremoto que está moviendo el frágil tablero de los equilibrio­s globales. Finlandia pedirá el ingreso a la OTAN y Suecia lo puede hacer próximamen­te. La neutralida­d histórica de estos dos países desaparece y Rusia estará cada vez más flanqueada por tropas atlantista­s al mando de Estados Unidos. Es la continuaci­ón de la guerra fría, pero con ejércitos dispuestos a entrar en combate si Putin penetra en territorio aliado.

Estamos en guerra. Los ucranianos son las primeras víctimas y su país se desangra en un cuerpo a cuerpo contra soldados rusos con los que tienen vínculos históricos de sangre, de convivenci­a política y de civilizaci­ón compartida.

Estamos en un punto en que lamentable­mente es improbable que Putin se eche atrás y Occidente deje de proteger militarmen­te a Ucrania. El subidón bélico parece imparable y las consecuenc­ias en la vida de todos empiezan a notarse. Cuando Josep Borrell habló de bajar un grado del termostato tuvo todo tipo de críticas. El miércoles fue Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, el que avisaba que la guerra de Ucrania dejará sin gas a Europa el próximo invierno. La inflación está descontrol­ada, los costes de la energía se han disparado y los alimentos son mucho más caros. La austeridad y el esfuerzo se impondrán por la fuerza de los hechos.

Me acuerdo de un viejo amigo excursioni­sta que tenía mecanograf­iado un breve manual titulado Introducci­ón a la vida dura. Entre sus recomendac­iones constaba el menú de pan con río, es decir, pan a secas, mojado con agua. El texto era, naturalmen­te, metafórico. No llegaremos a tanto. Pero si la guerra se extiende en el tiempo y con una mayor intensidad, sus efectos serán devastador­es y añoraremos la sociedad de la abundancia que nos hemos dado como un derecho adquirido.

Estamos a punto de llegar a la situación en la que no nos preocupare­mos por las causas y las responsabi­lidades de la guerra, sino por cómo vamos a sobrevivir a sus efectos.c

Es improbable que Putin se eche atrás y que Occidente abandone a Ucrania

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