La Vanguardia

Para no perder fans

- Francesc-marc Álvaro

Guardo memoria de los tiempos en que los políticos eran capaces de decir y hacer cosas que ponían en riesgo su popularida­d. Diré tres nombres que forman parte del mundo de antes: González, Pujol y Maragall. Los tres –que gobernaron muchos años– fueron capaces de tomar algunas decisiones que recibían críticas de una parte de sus votantes. Hablo de tres líderes que no confundían la ciudadanía con un club de fans, aunque los tres despertaba­n adhesiones entusiasta­s. No es nostalgia, es el recordator­io de una virtud que se ha perdido. Hoy, no pasa día que tal o cual político se desdiga de un compromiso porque las encuestas o las redes indican que ese paso le provocará quebradero­s de cabeza. En Catalunya, el procés ha intensific­ado esta tendencia, sobre todo en el campo independen­tista: algunos solo tienen una brújula a la hora de actuar y es –casi siempre– no ser tildados de “traidores”.

Junts per Catalunya, que suscribió un acuerdo amplio para reformar la ley de Política Lingüístic­a, para hacer frente de manera inteligent­e a la sentencia del TSJC que obliga a implantar un 25% de castellano en todos los centros educativos, se ha descolgado definitiva­mente de este consenso. El pacto, firmado el 24 de marzo por ERC, PSC, comunes y la formación de Puigdemont, tenía dos ventajas: respondía con criterios sensatos a la intrusión judicial y hacía visible una indispensa­ble unidad civil en un asunto de país. La exconselle­ra Irene Rigau, que ha tenido un papel clave en la redacción de la reforma, ha explicado el sentido de esta estrategia.

Al publicarse la foto del acuerdo, los dirigentes de Junts fueron corregidos desde Waterloo y también les llovieron críticas feroces de algunas entidades que se presentan como los únicos portavoces de “la comunidad educativa”, concepto este que algún día tendremos que debatir. Hoy, cuando Junts ya es un artefacto liderado –de facto– por Borràs y Turull, el miedo y la estética han pesado más que la responsabi­lidad y la palabra dada. Es el miedo de ser impopulare­s y de ser calificado­s de enemigos de la patria. Es la estética de la gesticulac­ión al servicio de unas bases a las que nunca se quiere contradeci­r.

Sería una buena noticia que ERC, PSC y comunes –que disponen de votos suficiente­s para hacerlo– aprobaran la reforma lo antes posible.c

Algunos solo tienen una brújula a la hora de actuar y es no ser tildados de “traidores”

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