La Vanguardia

Vía de emergencia

- Mónica G. Álvarez

Lo reconozco: cada semana juego al euromillon­es. Confieso que me gustaría hacerme rica de la noche a la mañana, como casi todos, dejar de trabajar, recorrer el mundo junto a mi familia sin mayor pretensión que disfrutar de la vida y hasta tener tiempo para aburrirme, si es que alguna vez lo consigo. Así que cuando el pasado martes, un británico se llevó los 215 millones del bote, casi infarto. ¡No acerté ni un número! Y vuelta a empezar: invertir en una lotería prácticame­nte imposible de ganar con una entre 139.838.160 de probabilid­ades. Sé que destinar tan solo un euro de mi sueldo a este sorteo es inútil, pero ¿quién no tiene una ilusión en la vida?

Esta misma ilusión es la que otros sienten al invertir sus ahorros en lugares aparenteme­nte menos complicado­s y con beneficios más inmediatos que el euromillon­es. Me refiero a las criptomone­das, ese tipo de divisa o moneda digital que en algunas ocasiones lleva a sus usuarios a amasar auténticas fortunas. Sin embargo, también hay quienes se aprovechan de estas expectativ­as para perpetrar toda clase de engaños, llevar al dueño de este bitcoin a perder más dinero del invertido y, principalm­ente, a conseguir que esa cantidad termine en su bolsillo, el del delincuent­e.

Uno de estos casos es el de Christian, un joven catalán que explicó hace unos días a El programa de Ana Rosa cómo fue captado por una organizaci­ón criminal que le prometía “una rentabilid­ad muy alta” a cambio de pagar por unos cursos donde le darían las claves de ese éxito. Detrás de aquellas promesas se escondía una realidad bien distinta: una criptosect­a que operaba mediante una estafa piramidal donde las víctimas iban acumulando importante­s pérdidas económicas. “Lo que enseñan es algo muy básico. Dicen que, si no consigues resultados, es por tu culpa y no la de ellos”, denunciaba.

La historia de Christian quedó en una estafa de 1.500 euros, pero otras personas abandonan su trabajo y sus estudios por alcanzar la panacea. Incluso se alejan de sus familias y amigos cegados por estos gurús del éxito, a los que sienten como su círculo de confianza. Los expertos en sectas siempre alertan de lo complicado que es abrir los ojos a las víctimas. Por eso siempre he repudiado a quienes sacan provecho de las miserias ajenas y del pobre desamparad­o, a esa carroña cuyo único cometido en la vida es truncar sueños sabiendo que ese dinero es su única vía de emergencia.c

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