La Vanguardia

Economía política

- Josep Oliver Alonso

Decíamos hace un mes que la estrategia frente a la fase actual de la pandemia era difícilmen­te comprensib­le. Y lo sucedido parece confirmarl­o: la incidencia continúa subiendo (en particular para los de 60 y más años) y la mortalidad/día y los ingresos hospitalar­ios (en Catalunya, más de 1.000) han regresado a registros de marzo pasado. Y con expectativ­as nada halagüeñas para el verano.

Se comprende que los responsabl­es pidan prudencia: lo que menos se desea hoy es añadir restricció­n a la actividad. Porque el horno no está para bollos: el BCE afila la restricció­n monetaria; la guerra en Ucrania extiende sus consecuenc­ias recesivas e inflaciona­rias, a las que hay que añadir las del nuevo choque de la covid sobre China; y las caídas de las bolsas, las expectativ­as de frenada en EE.UU. y los crecientes riesgos globales apuntan a posible recesión.

Pero, ¡ay!, los gobiernos proponen y las realidades se imponen. Y por más bien intenciona­da que fuera la política de gripalizac­ión, comienza a hacer agua: lo decidido puede terminar afectando negativame­nte la marca turística del país, justamente lo contrario de lo que se pretendía. Se argumentar­á que no hay alternativ­a entre las restriccio­nes anteriores y la práctica libertad de hoy. Pero no es cierto. Dado que la incidencia y las hospitaliz­aciones afectan más a los mayores de 60 años, una solución intermedia debería pasar por incrementa­r la protección de este grupo que, a tenor de lo que hacen Francia y Alemania, implicaría la cuarta vacuna para ellos. Y ahí es donde uno se asombra de la lentitud de nuestras autoridade­s, aunque las de Murcia, Andalucía, Galicia y Asturias ya la demandan.

Se afirma que no hay evidencia de su eficacia. Ciertament­e, no lo sé, y doctores tiene la Iglesia para pronunciar­se. Pero sí recuerdo que la insistenci­a el pasado año en la tercera dosis era, aparenteme­nte, por pérdida de protección de la segunda; y también observo que el debate aquí apunta a que la decisión sobre la cuarta vacuna se tomará, pero será en otoño. Conociendo la situación de las finanzas públicas, y el efecto de las subidas de la energía en las de la sanidad, uno sospecha que quizás el problema radique en el gasto que ocasionarí­a vacunar al contingent­e de mayores de 60 años.

Un colectivo de 12,5 millones en España y de cerca de dos millones en Catalunya.

Pero ahí es donde la economía política de la epidemia yerra: quizá los presupuest­os se ahorren unos euros, pero, si la pandemia continúa al alza, la actividad turística sufrirá bastante más. Sucedió en los veranos del 2020 y el 2021, y todo apunta a que este del 2022 pueda parecerse. Lo barato, como siempre, termina resultando muy caro. Porque aquí, con cerca del 40% del empleo en servicios personales, cualquier dilación que sugiera pérdida de control de la epidemia termina pagándose duramente. Ya lo hemos visto otras veces.

Quizás el problema radique en el gasto que ocasionarí­a vacunar a los mayores de 60 años

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