La Vanguardia

“Mi hija dice que es ella la que debería entrar en la cárcel”

María Salmerón, condenada a prisión por la denuncia de un maltratado­r, explica su vida

- DOMINGO MA Barcelona CHENA

Los perros Blackie, Turco y Mandy están calladitos. El agaporni, no. Festival de gorjeos siempre que su dueña habla por teléfono. Y la sevillana María Salmerón, de 57 años, auxiliar de enfermería, habla mucho por teléfono estos días. “A veces tengo que llevar la jaula a la cocina para que me deje tranquila”, dice. A partir del miércoles la de la jaula podría ser ella.

“Mi hija me hace llorar. Recuerda cuando era pequeña y le oía gritarme ‘gorda’. Y cosas peores. Dice que la que tendría que ir a la cárcel es ella, que ella es la que no quería ver a su padre”. María vive en un barrio de

Dos Hermanas, Montequint­o. Trabaja en una residencia de ancianos. Su hija, Míriam, de 21 años, estudia Periodismo de forma telemática y está en Irlanda, perfeccion­ando el inglés.

Una campaña en Change.org la califica de madre condenada por hacer “lo que haría cualquier madre: proteger a su hija de un padre maltratado­r”. La iniciativa, que ha recogido casi 68.000 firmas para su indulto, denuncia que fue víctima de “violencia física, psíquica y sexual por parte de su ex”. La mujer confirma tales extremos a La Vanguardia, aunque “las agresiones sexuales no quedaron recogidas en la sentencia”.

“Nos conocimos en el 98. En abril del 99 nos casamos. Los malos tratos comenzaron prácticame­nte a la vuelta del viaje de novios. En julio lo denuncié y presenté un parte de lesiones. Él se fue a vivir a casa de su hermana. Y luego... ‘No volverá a pasar’, ‘perdóname’. Reanudamos la convivenci­a. Me quedé embarazada y llegó otra violencia, la de las mujeres sumisas”.

¿Mujeres sumisas? “Sí, cuando dejamos de rebelarnos se pueden acabar los golpes, no los insultos ni las vejaciones. Ya había tenido un aborto. Estaba embarazada de seis meses y había sangrado. Pese al riesgo de un parto prematuro, me obligaba a mantener relaciones. Tomé medicación para retener el feto y evitar las contraccio­nes. Cuando nació mi hija, presenté la demanda de separación”.

“Nunca me imaginé que mi nombre y el de mi hija hicieran correr ríos de tinta ni que estuviéram­os en el centro de un debate sobre la justicia. Aunque este es un tema de política. Tampoco me imaginé nunca que podría acabar en la cárcel. ¿Por qué? No he cometido ningún delito. Solo he defendido a mi hija y volvería a hacerlo. La cárcel tiene la finalidad de reinsertar a los presos. ¿De qué me tengo que reinsertar yo?”.

“La juez me ha convocado el día 18, entre las 12 y las 14 horas, para comunicarm­e qué día ingreso en prisión para cumplir una sentencia de nueve meses por desobedien­cia. Llegaré a las doce en punto y no llevaré una muda de ropa al juzgado por si acaso… No me cabe en la cabeza que ese mismo día me encierren. Mi hija seguirá en Irlanda, con sus cosas. Espero que todavía no se haya dicho la última palabra sobre este caso”.

Él fue condenado a 21 meses de cárcel por violencia de género. En un primer momento, la justicia le otorgó la guardia y custodia de la hija a ella y concertó el régimen de visitas. El padre debía recoger a la niña en un punto de encuentro, bajo supervisió­n institucio­nal. A la separación siguió el divorcio. María obtuvo una orden de alejamient­o, pero no su hija: “¿De qué me servía a mí estar protegida si no lo estaba ella?”.

La pareja se enzarzó en una batalla judicial, que sigue 20

“Nos ennoviamos en el 98, nos casamos en el 99 y los problemas empezaron a la vuelta de la luna de miel”

“El objetivo de la privación de libertad es la reinserció­n; pero ¿de qué me tengo que reinsertar yo?”

años después. María asegura que su ex “usó el régimen de visitas como un arma para hacerme daño. Cambiaba el día o elegía fechas a sabiendas de que a mí me resultaban imposibles para frustrar el encuentro y que yo pareciera la única responsabl­e. En el 2006 alegó los reiterados incumplimi­entos de las visitas para que me quitaran la custodia y se la dieran a él”.

Y lo logró en el 2006, aunque los recursos se alargaron hasta el 2009, cuando Míriam tenía 9 años. Nunca consintió en separarse de su madre y ella la apoyó, aunque fue acumulando sentencias condenator­ias por desobedien­cia. En el 2015, la hija se opuso en redondo a ver a su padre. En el 2019 su madre fue condenada a nueve meses. Tres indultos la salvaron in extremis de acabar entre rejas.

Pensaba que obtendría una nueva medida de gracia, pero el Gobierno alega que no tiene margen para actuar por la oposición del órgano sentenciad­or y la reincidenc­ia de la acusada. “Siento tristeza, pena, rabia, impotencia e incertidum­bre. Esto es una tortura institucio­nal. Aún no me han comunicado oficialmen­te el rechazo del indulto. Espero que lo hagan y poder presentar un recurso para aplazar la orden de prisión”.c

 ?? LV ?? Míriam y su madre, María Salmerón, en una reciente autofoto que se hicieron en un día festivo
LV Míriam y su madre, María Salmerón, en una reciente autofoto que se hicieron en un día festivo

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain