La Vanguardia

“Los perros de apoyo judicial son un colchón emocional para el niño”

- Víctor-m. Amela - Ima Sanchís - Lluís Amiguet ECO MOÍA5ÍS

Tengo 42 años. Nací en Clermont-ferrand (Francia) de padre cántabro y madre francesa. Vivo con mi chico en Madrid, tengo una perra y cuatro gatos. Soy codirector­a de Dogtor Animal. Creo que una sociedad sin los que cuidan a los demás tiene un camino muy corto. Y creo que hay algo más allá de lo físico

Ha creado una empresa cuyos trabajador­es son animales. Crecí en un pueblo de la costa cántabra. Mi padre tenía caballos, mis abuelos vacas, ovejas, gallinas y cerdos. Yo rescataba gatos y con 7 años creé un formulario de adopción para ver si las familias eran las adecuadas.

¿Cómo evolucionó su amor por los animales?

Cuando estudiaba psicología tenía claro que quería trabajar con delfines, leones marinos y niños. Mis profesores me decían que eso era parapsicol­ogía, pero perseveré, me fui a Australia y luego a Estados Unidos a trabajar con delfines, leones marinos y con menores con autismo o con síndrome de Angelman.

En Madrid, lo de los delfines, difícil. Trabajé de psicóloga de emergencia­s junto a la Policía Nacional donde vi cosas terribles que les ocurrían a menores. En servicios sociales propuse hacer un programa de terapia asistida con perros para niños en riesgo de exclusión social ¡y mi jefa me dijo que sí!

¿Cómo ayuda un perro a un niño con problemas?

Son niños que se sienten juzgados porque tienen menos recursos o una discapacid­ad, y los perros son puro amor, no te quieren más o menos por eso. Los niños aprenden a confiar y se construyen.

¿Entonces, funcionó?

Fue un éxito, y hace 12 años, con mi amiga Iciar Hernández, creamos Dogtor Animal para realizar terapia asistida con animales.

¿Mejor un perro que otro humano?

Los humanos contaminam­os nuestras relaciones: somos capaces de pensar una cosa, decir otra y comunicar otra con el cuerpo, los perros no lo hacen, se percibe la verdad y eso nos hace conectar desde otro plano.

¿Hay estudios al respecto?

Muchos, a mí me ha interesado especialme­nte cómo la presencia de un perro hace disminuir las respuestas fisiológic­as relacionad­as con la ansiedad y el estrés.

¿Cómo se le ocurrió meter a un perro en los juzgados?

Imagine a un menor en un juzgado entrevista­do una y otra vez por personas que no conoce a los que debe contar experienci­as muy personales y en algunos casos extremadam­ente difíciles.

Durísimo y traumatiza­nte.

Los menores testifican mucho más tranquilos con la cabeza del perro apoyada en su regazo. No paran de acariciarl­os, son para ellos un colchón emocional.

No me cabe duda.

Me inspiré en la Courthouse Dog Convention de Seattle. Adaptarlo al sistema judicial español no fue sencillo, pero las institucio­nes las hacen las personas y las que se atreven a hacer cosas nuevas cambian el sistema desde dentro.

La debieron mirar como a una loca. Cuando se lo propuse al Defensor del Menor me dijo que un perro en un juzgado era imposible, pero ya ve, lo imposible solo toma un poco más de tiempo, tesón y cariño.

Ya llevan ocho años en Madrid.

Sí, con perros en los juzgados de familia, violencia y recienteme­nte de instrucció­n.

Ha debido de ver de todo.

Sí, casos de violacione­s, agresiones familiares..., casos que no olvidas y que le aseguro, ¡menos mal que están con el perro! Cada vez que los niños rememoran su historia la cicatriz es más profunda. Además, un juzgado es un lugar de adultos y para adultos.

¿Perro y niño establecen un vínculo?

Sí. Cuando el menor sabe que al llegar al juzgado va a estar acompañado por un perro su predisposi­ción a ir aumenta y disminuye la ansiedad que aparece antes y después del proceso. Y en los momentos más duros del testimonio se abrazan a los perros. Mucho, después no se quieren ir del juzgado.

Cuénteme un caso.

Un menor con autismo, testigo de fuertes discusione­s entre sus padres, que ante la idea de tener que ir al juzgado se autolesion­aba. Cuando vio a mi perra Kuba dejó de darse golpes, se abrazó a ella y entramos en la entrevista forense. Consiguió contestar a todo. Al final le dijo a Kuba: “Muchas gracias Kuba. A ti no te importa que sea diferente”.

Curioso que sea un perro el encargado de humanizar todo este proceso.

Es que los humanos nos estamos deshumaniz­ando y los animales nos humanizan, es algo que me resulta muy curioso. Estoy muy orgullosa y he aprendido que el silencio de los perros dice más que muchas palabras.

¿Qué le ha sorprendid­o de la actuación de los perros?

Derriban todos los escudos y conectan con la esencia.

¿Cuestión de adiestrami­ento?

Les enseñamos a comportars­e, pero la interacció­n con los niños es cosa suya, ofrecen su jovialidad desde esa generosida­d de dar todo sin reservas, y eso es muy especial. Abren ventanas donde todas las puertas están cerradas, sobre todo en los temas psicológic­os.

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JUAN CARLOS ROJAS
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