Una voz sin fisuras ni desigualdades
Dotada de una voz sin fisuras ni desigualdades, Teresa Berganza se hizo notar desde el primer momento en algunas grabaciones de zarzuela, pero sobre todo por el inteligente uso de los recursos del canto, por su timbre seductor y por la perfección en todas las interpretaciones que realizó, todas, desde que empezó a cantar profesionalmente, en el bel canto. Causó sensación en Aix-en-provence en 1957, y en Glyndebourne, donde interpretó a Cherubino de Le nozze di Figaro. Pronto cantó en importantes teatros europeos, especialmente en Viena; pronto fue escogida por el Covent Garden (1963) en la versión original del Barbiere di Siviglia rossiniano, y en grabaciones y filmaciones, empezando por La italiana in Algeri, filmada con Sesto Bruscantini. Durante años se prodigó en repertorios mozartiano y rossiniano. Captó su vocalidad con una rara excelencia, y causó sensación en Dallas, donde también cantó en la Medea de Cherubini con Maria Callas. Otro de sus roles rossinianos de primera categoría fue La Cenerentola, que el empresario J.A. Pàmias le encargó para su debut en el Liceu, en 1971, pero no volvió mucho ni en este teatro ni en el de la Zarzuela de Madrid, no cantó nunca en el Real, pues estaba cerrado. Más tarde añadió a su repertorio óperas de Händel, Cavalli, Cesti y otros barrocos. Interpretó a Zerlina en el filme de Joseph Losey sobre Don Giovanni, que se oyó en tres temporadas (1973, 1976 y 1979) en el Colón de Buenos Aires. Dio recitales en muchos teatros, acompañada por su fiel pianista y marido, e intentó promocionar a su hija soprano, Cecilia Lavilla. Amplió el repertorio con la Carmen de Bizet bajo la batuta de Claudio Abbado, en un papel que se hizo suyo. En el 2002 volvió al Liceu para un recital y una extensa entrevista hecha por Marcel Gorgori y quien firma.