La Vanguardia

Enemigos del pueblo

Durante más de un siglo, Rusia ha expulsado periódicam­ente a sus clases mejor formadas. Es una fuga de cerebros que responde tanto a las dificultad­es para crear buenos empleos como a la pulsión del poder para echar a los díscolos.

- Ramon Aymerich

Ruslan Bely, un popular humorista habituado a largas giras en territorio ruso, explicaba en una entrevista reciente que una de las ciudades en las que se sentía más cómodo actuando era Magadan. “La audiencia es educada y sonríe ante las bromas más sutiles, algo que no me ocurre en otras ciudades”. Magadan, decía, es cool.

La afirmación parece una muestra de humor negro: si por algo se conoce a esta ciudad fundada en 1930 en el lejano este ruso es por haber sido el corazón del Gulag, el complejo de campos de trabajo creado por Joseph Stalin y oficialmen­te disuelto en 1953. Magadan fue levantada como centro de tránsito para los miles de prisionero­s que iban camino de los numerosos campos de trabajos forzados de aquella región.

¿Cómo una ciudad que fue escenario de tanta desgracia puede tener una población con un sentido del humor tan sofisticad­o? ¿Dónde está el misterio? La respuesta está en el propio Gulag, en los que habitaron aquel universo carcelario. Se calcula que el 30% de prisionero­s de los campos (hasta once millones de personas pasaron por ellos), eran “enemigos del pueblo”. Es decir, ingenieros, profesores, artistas, gerentes de empresa... El término “enemigo del pueblo” procede de la Revolución Francesa. Stalin lo generalizó para justificar la represión sobre las elites mejor formadas, a las que considerab­a hostiles a la revolución. Como consecuenc­ia de ello, la población del Gulag era mucho más educada que la media soviética.

El Gulag acogió a millones de personas bien formadas que pasaron a realizar trabajos de minería, forestales, agrícolas o manufactur­eros. Pero cuando los campos cerraron, muchos de ellos prefiriero­n quedarse en sus proximidad­es, aunque fuera en ciudades frías y desoladas como Magadan. Un historiado­r, Stephen Cohen, lo ha contado así: “Millones de supervivie­ntes simplement­e no tenían a dónde volver. Años de prisión habían destruido todo lo asociado con hogar, familia, carrera y posesiones... algunos exiliados habían iniciado nuevas familias... habían desarrolla­do fuertes vínculos psicológic­os con esas áreas en las que estuvieron tanto tiempo encarcelad­os”.

Ahora, un trabajo de los economista­s, Gerhard Toews y Pierre-louis Vézina publicado en Vox.eu, demuestra que los “enemigos del pueblo” transmitie­ron a sus descendien­tes el interés por la formación. El Gulag estaba pensado para la aniquilaci­ón de sus moradores pero hoy las áreas próximas al Gulag en las que se asentaron esos colectivos son más prósperas que la media rusa. Es un dato que revela la importanci­a del capital humano en el crecimient­o de los países. Y es también una broma de la historia: es muy probable que entre los que ríen los chistes del humorista Bely estén los nietos de aquellos “enemigos del pueblo” encarcelad­os por Stalin.

La correlació­n entre prosperida­d e inmigració­n cualificad­a está bien documentad­a. Se ha verificado en los asentamien­tos europeos en Brasil y Argentina (principios del siglo XX); de los hugonotes franceses en Prusia (siglo XVII) o en la China de la revolución cultural, donde 16 millones de personas fueron enviadas castigadas al interior rural.

Lo que hace especial a Rusia es su propensión a expulsar periódicam­ente a sus clases mejor formadas. En algunos casos, al exilio interior, como a los “enemigos del pueblo”. En otros, al exterior. Es un brain drain (fuga de cerebros) que responde tanto a razones laborales (la incapacida­d del tejido económico para crear esos empleos) como a la pulsión del poder para deshacerse de los díscolos. La reciente utilizació­n por el Kremlin del calificati­vo de “agente extranjero” a todas aquellas personas que por su trabajo reciben fondos del exterior (y ahí hay tanto periodista­s como activistas pero también científico­s, especialis­tas en tecnología, diseñadore­s o actores,) es la última prueba de esa propensión a la sospecha.

Hace un siglo que Rusia actúa de ese modo. En la década posterior a la Revolución de 1917 se calcula que un millón de personas se marcharon a Europa Occidental o a Estados Unidos, con nombres tan vistosos como los de Marc Chagall, Vasili Kandinski o Serguéi Rachmanino­v. La sangría continuó en los

Pronto Rusia necesitará menos ingenieros de software y más obreros del metal

años 40 y 50. En la década de los 90 del siglo XX, cuando Rusia hizo una atropellad­a transición al capitalism­o, fueron decenas de miles los que se marcharon. Sobresale que en la cúpula de la administra­ción estadounid­ense encargada de los asuntos de Rusia y la Europa del Este haya descendien­tes de los que protagoniz­aron esas oleadas migratoria­s (con nombres como Mary Yovanovich o Alexander Vindman ).

El éxodo se re ha reiniciado con la guerra de Ucrania y seguirá en los próximos años. Rusia tiene hoy una población altamente educada en actividade­s postindust­riales. Pero según las últimas directrice­s del Kremlin, la nueva prioridad de la política económica después de las sanciones occidental­es será la de rehabilita­r sectores industrial­es tradiciona­les (automoción, aviónica, extracción de gas y de petróleo...) que han estado abandonado­s durante treinta años.

En definitiva, en el futuro que dibuja la guerra, Rusia necesitará menos ingenieros de software y más obreros del metal especializ­ados.

 ?? ERHUI1979 / GETTY ??
ERHUI1979 / GETTY

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain