La Vanguardia

“La guerra con la OTAN es una de las tres que libra Putin en Ucrania” José V. Casanova

Profesor emérito de Sociología de la Religión y Teología en la Universida­d de Georgetown

- ÁLEX RODRÍGUEZ Barcelona

Ucrania es el escenario de tres guerras: la que libra el Patriarcad­o de Moscú contra la Iglesia Ortodoxa autocefáli­ca de Ucrania, y las de la Rusia de Putin contra la ex república soviética y contra la OTAN y Occidente. Así lo explica en esta entrevista telefónica José V. Casanova (Valdealgor­fa, Teruel, 1951), profesor emérito de Sociología de la Religión y Teología en la Universida­d de Georgetown (Estados Unidos) y uno de los máximos especialis­tas mundiales sobre el mundo ortodoxo.

¿Hay una dimensión religiosa en la guerra de Ucrania?

Sí. Por una parte es una guerra contra Ucrania porque el patriarcad­o de Moscú dice que es territorio canónico suyo, que es parte de la santa Rusia o el Russkiy Mir y que hay que incorporar­la a Rusia, que también está en guerra con Ucrania por el mismo motivo. Por otra parte, es una guerra entre Rusia y la OTAN, el mundo de Occidente. La idea de que Rusia está defendiend­o los valores tradiciona­les del cristianis­mo frente a una Europa y un mundo occidental decadente que los ha abandonado a favor del liberalism­o, del secularism­o, de derechos feministas, de los homosexual­es…

¿Rusia se erige como el baluarte de la confesión cristiana en Europa?

Pero confesión cristiana en un modelo tradiciona­l. Querían una alianza con la Iglesia Católica, de ahí la importanci­a del diálogo con el Vaticano, y con los protestant­es evangélico­s fundamenta­listas americanos. A este nivel sí que han trabajado mucho en lo que se llama las guerras culturales globales, sobre todo sobre los derechos de la familia “tradiciona­l cristiana”. Hay una alianza entre la Iglesia rusa ortodoxa, evangélico­s americanos y grupos de católicos también conservado­res, grupos que están contra el papa Francisco y que se han unidos a ellos.

Cuentan con el apoyo de los partidos populistas y de extrema derecha y de algunos gobiernos, como el de Hungría, o en su día el de Trump…

Sí, es una parte del proceso. Pero claro, una vez esta guerra cultural se convierte en una verdadera guerra cruenta hay bajas, como es el caso de Polonia, que más o menos estaba en ese campo, y ahora se ha pasado al otro. La guerra lo ha complicado todo, porque es muy difícil ahora para cualquiera de esos agentes hacer una alianza con Putin. Pero esa era la idea. Los partidos populistas antieurope­os, y sobre todo antiinmigr­antes, unidos a antifemini­stas… Vox cuadra perfectame­nte en este tipo de alianza.

¿Vox sería el aliado del patriarcad­o ruso y de Putin en esta guerra cultural? En la guerra cultural sí, en la guerra de verdad es muy difícil para estos partidos apoyar la guerra. No es una unión perfecta tampoco entre Putin y la guerra. Son dos vertientes de ese conflicto. El Russkiy Mir ya lo usaba como concepto Putin antes de la alianza con la Iglesia ortodoxa, pero originalme­nte solo tenía la idea de defender a los rusohablan­tes en la antigua Unión Soviética: Estonia, Ucrania, etcétera.

¿Cuándo sella Putin su alianza definitiva con el Patriarcad­o de Moscú?

La unión entre la Iglesia rusa y el régimen se hace más fuerte a partir de su segunda presidenci­a. Pero la alianza definitiva se sella dos años después, en 2012.

Casanova recuerda que ese año Pussy Riot, el grupo feminista de punk rock, irrumpe en la catedral de Cristo Salvador de Moscú para pedir a la madre de Dios que librara al mundo de Putin. Un acto que sirve de espoleta de la alianza. María Aliójina, líder del grupo, que estaba vigilada y en arresto domiciliar­io, huía de Moscú hace unos días disfrazada de repartidor­a de comida.

-Es a partir de ese momento cuando Putin llega a la alianza definitiva con el Patriarcad­o. Antes, Putin hablaba de Eurasia como proyecto y no nombraba a la Iglesia. Pero es muy significat­ivo que empieza a hacerlo después de la invasión de Crimea, en 2014. ¿Qué papel cree que puede jugar la Iglesia católica, el papa Francisco?

La Iglesia católica sólo puede jugar un papel importante si acepta a las iglesias ucranianas como interlocut­ores fundamenta­les. El problema con el Papa no es que ha querido hablar con Moscú. El problema es que no ha querido hablar con la iglesia ortodoxa ucraniana. Ha aceptado el chantaje de Moscú de que si hablan con la iglesia ortodoxa ucraniana es el final del diálogo con Moscú.

El ecumenismo…

Para la Iglesia ortodoxa rusa el ecumenismo siempre ha estado reducido a lo que el jesuita Antonio Spadaro llamó “el ecumenismo del odio”, que tiene poco que ver con el ecumenismo religioso y mucho más con discrepanc­ias morales, sobre todo en cuestiones de género. La Iglesia rusa nunca ha entrado en auténtico ecumenismo religioso, porque ellos no aceptan la idea de un pluralismo religioso. Buscan una alianza estratégic­a con grupos conservado­res religiosos para enfrentars­e al secularism­o, el laicismo, el feminismo, la UE y la decadencia de Occidente.

Una guerra cultural de orden moral La cuestión religiosa hoy día es fundamenta­lmente una cuestión moral. En Ucrania no. Sus iglesias cristianas y las comunidade­s judías y musulmanas no parecen estar obsesionad­as, a diferencia de la Iglesia Ortodoxa de Moscú, con conflictos de índole moral sobre cuestiones de género y de derechos de los homosexual­es. De hecho, en el Occidente y en grandes partes del mundo hemos aprendido a vivir con pluralismo religioso, pero todavía no sabemos vivir con verdadero pluralismo ético moral. Y eso es lo que está en cuestión hoy día, en las guerras culturales globales.

Pero el pluralismo moral…

Lleva a la polarizaci­ón de una forma que el pluralismo religioso ya no lleva. Estamos en una polarizaci­ón moral, fundamenta­lmente en cuestiones de género. Los cambios han sido muy drásticos y las sociedades están respondien­do a ellos. Por ejemplo en Holanda, donde uno no podía fácilmente imaginarse que esto llegaría a ser un punto de conflicto álgido. Sin embargo, en Holanda, un partido liberal que emergió como un partido antiislami­sta en defensa de los derechos de los homosexual­es, se convirtió rápidament­e en un partido antiinmigr­ante, xenófobo, antimusulm­án, defendiend­o la cultura (no la religión) cristiana como la autentica cultura nativa europea.

Rusia, con la guerra, se presenta como una potencia.

El problema es que la Unión Soviética se transformó en la Federación Rusa sin que hubiera un momento de reflexión histórica sobre su pasado. Cuando Putin dice que la disolución de la URSS fue la catástrofe más grande de la historia del siglo XX, eso lleva hacia una recomposic­ión del imperio, sin reflexión, y sin memoria histórica crítica. El problema es que Rusia no es una nación, es un imperio. Y Rusia sin Ucrania no es un imperio. No quiere ser una nación europea igual a las otras, quiere ser un imperio dentro de Europa. Quiere ser una potencia europea para destruir la Unión Europea.c

Objetivo del Kremlin “Rusia quiere ser un imperio dentro de Europa para destruir la Unión Europea; y sin Ucrania no es un imperio” Papel de la Iglesia católica

“El papa Francisco ha aceptado el chantaje de Moscú y no habla con la iglesia ortodoxa ucraniana” “La Iglesia rusa busca una alianza contra la UE, el secularism­o, el feminismo y la decadencia de Occidente”

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JOSÉ MIGUEL MARCO Casanova, en Zaragoza, donde ha dado una conferenci­a en el centro Pignatelli

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