La Vanguardia

Biden se vale de la guerra y el aborto al lanzar la campaña de las legislativ­as

El líder estadounid­ense culpa a Putin de la subida de precios, su reto número uno

- FERNANSO GARCÍA Washington. Correspons­al

Hay que votar demócrata para frenar la prohibició­n del aborto. La culpa de la subida de precios es sobre todo de Putin, además de la pandemia. Los republican­os quieren empobrecer a la clase media a base de impuestos. Estos son mensajes que Joe Biden está manejando en el inicio de la campaña para las elecciones de medio mandato para renovación de la Cámara de Representa­ntes y un tercio del Senado, en noviembre próximo.

El proyecto de la mayoría conservado­ra del Supremo de echar abajo el aborto libre, consagrado aquí en 1973 por otro fallo del Alto Tribunal (caso Roe vs. Wade), se ha visto en las filas demócratas como una oportunida­d para tratar de espabilar a su electorado. El fallo validaría 26 leyes estatales de los republican­os para poner fin a un derecho que apoya la mayoría de los estadounid­enses. De ahí que, nada más filtrarse el borrador del fallo, Biden encendiera las alarmas para llamar a filas a los votantes ante lo que planteó como una guerra en defensa de lo más sagrado en la vida de los ciudadanos: la prevista sentencia no sólo desafía “el derecho fundamenta­l de las mujeres a elegir”, afirmó, sino también “cualquier otro relacionad­o con la privacidad y las decisiones más íntimas de las personas sobre su cuerpo, su vida y su familias. La contracepc­ión y el matrimonio gay podrían ir detrás en la ofensiva ultraconse­rvadora contra esos avances, arguye, con la esperanza de sacar a sus votantes del marasmo que las sondeos les atribuyen.

El miércoles, el mandatario entró a saco en la arena electoral, en una intervenci­ón con una combativa alusión al movimiento ultraconse­rvador populariza­do por Donald Trump, el MAGA (Make America Great Again, Hagamos América grande otra vez): “El presidente comentará su plan para reducir los costos para las familias trabajador­as y contrastar­á su enfoque con el plan ultra-maga de los republican­os de subir los impuestos a las familias y amenazar programas sobre seguros sociales y de enfermedad”, decía la nota. El lenguaje del anuncio no dejaba lugar a dudas: el líder se remangaba para implicarse de lleno en la campaña de las midterm.

En la intervenci­ón prometida, celebrada en el edificio gubernamen­tal Eisenhower, junto a la Casa Blanca, lo primero que hizo Joe Biden fue refrescar el eslogan que había creado en marzo para culpar a Rusia de la fase actual de la inflación, del 8,3%: la más alta desde hace 40 años en EE.UU. Es la “subida de precios Putin”, etiquetó el presidente. Y es que la invasión de Ucrania ha ocasionado un alza del coste del petróleo que explica el 60% de la subida de la inflación y también está detrás del encarecimi­ento de los alimentos al ser los países involucrad­os “dos de los graneros del mundo”, adujo.

Los republican­os replicaron enseguida que es el propio Biden quien, con sus actuacione­s “tardías” y sus políticas de gasto, está impulsando la inflación. En los últimos días, la oposición ha hallado demás una munición adicional inesperada en la crisis de desabastec­imiento de leche en polvo para bebés: una insuficien­cia estimada en el 40% respecto a la demanda. A la carestía de este producto, causada por problemas en la cadena de suministro­s, hay que añadir un letal brote de infección bacteriana entre niños que consumiero­n leche del mayor fabricante (Abbott), y que tiene en pie de guerra a legiones de padres estadounid­enses.

En su contraataq­ue a la oposición, el presidente ha decidido centrarse en el recurrente asunto de los impuestos. ¿Qué pasa si los republican­os se hacen con el control de las Cámaras y amoldan los presupuest­os al programa “ultra MAGA”? Pues que “75 millones de ciudadanos del país y sus familias tendrán que pagar una media anual de 1.500 dólares más” al Estado, mientras los ricos aportarían menos. Esa es la esencia, sostiene, del plan fiscal diseñado por el senador de Florida y miembro de la cúpula republican­a, Rick Scott.

Biden sabe, y repite sin parar, que la mayor preocupaci­ón de los electores es hoy “cómo llenar el depósito de gasolina” sin arruinarse. Pero su estrategia para afrontar el reto de la inflación, basada en liberar reservas de petróleo, reducir costes a las familias y subir impuestos a las empresas y particular­es que más ganan, es de incierta eficacia y tardará en notarse.

El mandatario no tiene grandes logros recientes que vender. Su importante plan de rescate de 1,9 billones de dólares para afrontar los daños económicos de la pandemia, los avances en el crecimient­o y el empleo o su programa de infraestru­cturas por 1,2 billones no alcanzan a compensar las decepcione­s causadas por el enterramie­nto del plan estrella de gasto social y medioambie­ntal de 1,75 billones –rechazado por los senadores demócratas Joe Manchin y Kyrsten Sinema– y por los sonados fracasos de las leyes para proteger el derecho al voto, reformar la policía y afrontar el desafío de la inmigració­n.

A falta de una buena hoja de resultados en política doméstica y con un índice de aprobación cercana al 40%, Biden se propone hacer de la necesidad virtud; de la guerra, un arma de defensa; y de la derrota –caso del aborto– un ariete para futuras victorias. Una estrategia complicada.

Biden acusa a los republican­os de querer subir los impuestos a 75 millones de familias

Las ayudas frente a la pandemia y los avances económicos no llegan a compensar el chasco por los planes fallidos

La inesperada crisis de abastecimi­ento de leche en polvo infantil tiene en pie de guerra a legiones de padres

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YUKI IWAMURA / AFP Nueva York acogió una de las manifestac­iones en defensa del aborto celebradas este sábado en EE.UU.

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