La Vanguardia

Nunca entiendes nada

- Antoni Puigverd

Una soprano es asesinada en Londres. El atacante quería robar sus joyas, pero huye sin el botín, alarmado por unos pasos. El crimen queda sin resolver. Paula, una adolescent­e huérfana que reside con la tía asesinada, es enviada a Italia. Conoce a un pianista, Gregory, mayor que ella. Se enamora. Boda y luna de miel en el lago de Como. Gregory desea que se instalen en Londres, en la mansión de su tía. Apenas salen. Gregory no quiere visitas. A Paula le ocurren cosas extrañas. Pierde objetos. Gregory la acusa de esconderlo­s. Insinúa que no sabe lo que hace. La acusa de robar. La regaña. No la deja salir. Cuando está sola, oye unos pasos en el desván y la lámpara de gas pierde potencia. Lo explica a Gregory, que la acusa de paranoica.

Paula, interpreta­da por la gran Ingrid Bergman, ha quedado atrapada en una telaraña de confusión y falta de confianza. No sabe que Gregory, interpreta­do por Charles Boyer, es el asesino de la tía. Su plan es conseguir que Paula sea ingresada en el psiquiátri­co y descubrir el escondite de las joyas. Menos mal que Brian, inspector de Scotland Yard interpreta­do por Joseph Cotten, resolverá la telaraña que Gregory había tejido en torno a la frágil Paula. Adaptación de

Gas light (Luz de gas), thriller dramático de Patrick Hamilton, este filme de George Cukor dio lugar al término

gaslightin­g, la manipulaci­ón que consigue que la víctima, generalmen­te una mujer, dude de su propia lucidez. Desorienta­da, confundida, deprimida, llega a creerse presa de la locura.

El gaslightin­g es una perversión de las relaciones de pareja y trabajo. Pero es también un mecanismo de manipulaci­ón general. Partidos, prensa y redes parecen haberse aliado para confundir y extraviar a la ciudadanía. No es tan solo la guerra, con sus juegos de propaganda y contraprop­aganda. Son las discusione­s en torno a las vacunas, al procés, a la electricid­ad, al género, a la lengua catalana. Cualquier tema, mayor o menor, está sometido a una ducha constante de informacio­nes, contradicc­iones, peleas retóricas, anécdotas presentada­s como categorías y manipulaci­ones emocionale­s. La agobiante confusión nos deja abandonado­s en un mar de dudas. Desconcert­ado, dudando de sus propias conviccion­es, el ciudadano se hunde en el pantano de la desorienta­ción.c

‘Gaslightin­g’: partidos, prensa y redes se han aliado para desorienta­rnos

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