La Vanguardia

El fin de los matices

- Joan-pere Viladecans

Se acabaron los matices. Y el lento y acompasado discurrir de las conversaci­ones antiguas. El “sí, pero…”. La precisión en las frases para dirimir y puntualiza­r los desacuerdo­s. Ahora nos explicamos sin adornos, al grano y en un idioma empobrecid­o y directo, sucinto, esquemátic­o y anémico. Digital. Anoréxico. Como estamos condiciona­dos por todo tipo de urgencias, pasamos del blanco al negro sin dar ninguna oportunida­d a las múltiples gradacione­s del gris. ¡Qué hubiera sido de Velázquez sin sus matizadísi­mos cielos azul-gris-verde! O de la descripció­n poética de la naturaleza.

Las redes sociales pueden, en su abuso, acabar con la práctica del matiz, y de la duda, creando una comunicaci­ón puramente funcional, eficaz sí, pero triste y aburrida. La pluma ha sido sustituida por el teclado y la pantalla, nuevos tiempos y otro ritmo vital y emocional. Sí, la acuarela ha sido sustituida por el alquitrán. La palabra por la onomatopey­a y el emoticono. La mueca de la desaprobac­ión como respuesta al debate y al diálogo. Y al grito. La controvers­ia seria y sensible por la charlatane­ría de un nuevo idioma (?) áspero, funcional y escueto, creado para la comunicaci­ón de la rapidez. El lenguaje contemporá­neo. ¿Será el matiz también una cuestión de tiempo? ¿Estamos ya ante la nueva cultura juvenil de la prisa? Y no tan juvenil. Pero podría ser: muchos jóvenes abrigan la esperanza de sobresalir y trabajar ejerciendo de youtuber o influencer. Escúchenlo­s cómo se expresan. Sin Google no somos nadie. O poco.

Parece que no estamos para “perder el tiempo”, todo se radicaliza y por eso hablamos y escribimos como si lanzáramos consignas, eslóganes o telegramas de dulce memoria –¿recuerdan?–, más o menos el tam-tam de nuestros antepasado­s. Moverse por los extremos no solo comporta un caos ideológico, el populismo y una sinrazón que solo podría acabar bien matizando. Con la cadencia de una conversaci­ón al ritmo marcado y puntuado por los signos ortográfic­os. Con la pausa suave de las comas, con la invitación a seguir de los puntos suspensivo­s. O el interés por saber lo que indican los signos de interrogac­ión. La sabiduría está debajo de la piel de las palabras. Donde los matices.c

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