La Vanguardia

Los otros acontecimi­entos

- Llucia Ramis

En la carrera dediqué mi reportaje de periodismo literario al tabú del aborto entre las universita­rias. Subrayo tabú porque la mayoría no quería hablar de ello y porque fue imposible encontrar cifras de las chicas que abortaban anualmente en Catalunya y España. Hice una estimación tan a la baja que saqué un ocho por falta de rigor. Corría 1999, faltaba poco para que Annie Ernaux publicara El acontecimi­ento. En Barcelona el aborto ya no estaba penalizado, como sí en la Francia de los sesenta. Pero tampoco era fácil: abortar ha sido, es y será una de las decisiones más duras que debe tomar una mujer.

Cualquier embarazo no deseado es un drama para ella. Más o menos trágico, mejor o peor llevado, con un resultado u otro, sacude siempre a quien lo vive. Y pese a los apoyos que reciba, en el momento se sentirá sola. Las chicas que entrevisté estaban bien informadas sobre los métodos anticoncep­tivos. Pero novios que les decían que el amor se demuestra sin profilaxis, el subidón apasionado postadoles­cente, el pudor de pedirle al otro que se pusiera preservati­vo o relaciones no consentida­s las habían metido en una situación que ellos desconocía­n: o bien porque no estaban al corriente o porque, aun estándolo, serían incapaces de entender qué se siente.

Culpa, sobre todo. Vergüenza. Angustia. Miedo. Rabia por quien ha provocado la situación (el otro, y también una misma). Odio por el propio cuerpo. Incomprens­ión. Desconcier­to. Películas como Nunca, rara vez, a veces, siempre, de Eliza Hittman, describen el desasosieg­o de un trance asfixiante. He conocido a varias mujeres que han abortado, por motivos diversos. Ni una sola se ha referido a ello con frivolidad, ni como una forma de activismo, ni con orgullo. Tampoco arrepentid­as. Porque, dura, la suya fue una decisión meditada y consciente. Y tuvieron la suerte de vivir en un país que ampara su derecho a tomar esa decisión.

Ahora hay quienes pretenden debatir este derecho, a raíz de su desprotecc­ión en Estados Unidos tras medio siglo. Y lo hacen con argumentos que lo que cuestionan en realidad es la capacidad de decidir de las mujeres. Además de subrayar el poco respeto que se nos tiene, hace que muchas duden de ellas mismas. Por eso hablar del aborto –real, no como arma ideológica– sigue siendo un tabú.c

La mujer que aborta, pese a los apoyos que reciba, en el momento se sentirá sola

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