La Vanguardia

El manual del asesino en serie se dibuja con el supuesto ‘matagais’ de Bilbao

El perfil de estos criminales correspond­e a un hombre de entre 21 y 30 años

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La criminolog­ía nos dice que lo correcto para identifica­r a un sujeto como un asesino en serie es que este haya cometido un mínimo de tres asesinatos, con un espacio indetermin­ado de tiempo entre sus crímenes. A este ciclo temporal se le conoce como periodo de enfriamien­to, con un intervalo entre asesinatos que puede ir desde días, hasta años”.

Esa tarjeta de identifica­ción del asesino en serie –a la que se refiere Albert Pintado, profesor y vicedecano de los estudios de criminolog­ía de la Universida­d de Murcia– se la otorgaron desalmados criminales como Antonio Gilberto Chamba, el monstruo de Machala; Francisco García Escalero, el matamendig­os; Alfredo Galán, el asesino de la baraja ,ojosé Antonio Rodríguez Vega, el mataviejas.

Y ahora podría sumarse a esa lista un nuevo nombre: Nelson David. Es el joven, de 25 años, detenido en Bilbao e investigad­o por la muerte de cuatro hombres y el intento de homicidio de otros dos. Habría contactado con todos ellos a través de aplicacion­es de contactos homosexual­es. La pregunta, por lo que se conoce hasta ahora de este caso es: ¿Estamos ante un nuevo asesino en serie, al que algunos medios bautizan ya como el matagais?

Eso deberá probarlo la investigac­ión de la Ertzaintza –las pesquisas no se apuntan nada fáciles– y en este punto de las diligencia­s policiales todo lo que pueda apuntarse no pasan de ser conjeturas o hipótesis. ¿Qué sabemos hasta ahora?

“Sabemos que este hombre ha atacado a personas homosexual­es con las que contactaba a través de aplicacion­es de citas y sabemos que algunos de esos hombres han sido victimas de robos”, responde Vicente Garrido, doctor en Psicología y Criminolog­ía de la Universida­d de València.

“La pregunta, aún sin respuesta, es –continúa Garrido– averiguar si la selección de las víctimas responde a que este sujeto aprendió a que son personas vulnerable­s a las que se puede robar más fácilmente (porque el escenario es de intimidad, y/o son más débiles que él físicament­e) y posteriorm­ente el homicidio es el modo de no dejar testigos; o si él tiene por víctimas a los homosexual­es porque los considera un colectivo odioso, con lo que siente placer cuando los mata. En tal caso, el robo sería un beneficio añadido al asesinato”.

Esta última hipótesis –la del móvil de odio hacia el colectivo gay– es una línea barajada por los investigad­ores, tal y como confirmó esta misma semana un portavoz del Gobierno Vasco, junto con el ánimo de robar sus víctimas.

“Son hipótesis totalmente coherentes con los comportami­entos de los asesinos en serie”, corrobora Albert Pintado, autor del libro Análisis criminológ­ico de los asesinos en serie . Detrás de sus actos, continúa este criminólog­o, pueden coincidir diferentes motivacion­es. Y pone varios ejemplos, al hablar de móviles, que encajan con las hipótesis que ahora planean en el caso de este supuesto matagais de Bilbao. “Joel Rifkin mataba a prostituta­s convencido de que hacía un favor a esta sociedad y, entre otras motivacion­es, quería que estas fueran al más allá y así poder hacer compañía a su padre, el cual había fallecido de cáncer. Otros lo que intentan es obtener un beneficio económico, como sería el caso de Dorothea Puente, que mataba para cobrar los cheques de la seguridad social de sus víctimas; mientras que ha habido también muchos asesinos en serie movidos por un placer sexual”. Esta última posibilida­d es otra duda a resolver en el caso de Nelson David. De momento se desconoce si su intención, al entrar supuestame­nte en esas aplicacion­es de citas, era mantener también relaciones íntimas con sus víctimas, a las que se cree drogaba para dejarlas noqueadas.

El móvil homófobo “entra perfectame­nte dentro de lo posible”, apunta César San Juan, investigad­or del Instituto Vasco de Criminolog­ía y profesor de Psicología Criminal de la UPV/EHU. Aunque este experto no aprecia, por lo revelado hasta ahora, el componente exhibicion­ista que suele acompañar a ese odio. Cuando eso ocurre esos asesinos no quieren que “pase desapercib­ido su odio, ni quieren disimularl­o. Sus crímenes suelen ser una apología del desprecio que sienten hacia el colectivo en cuestión. Y para ello, lo normal es que la violencia em

Llevaba una doble vida, con novia y un comportami­ento “muy normal”, lo que coincide con la conducta de estos sádicos y crueles criminales

Meterse en sus mentes “es muy difícil”, dicen los expertos, y a veces hay más de un móvil; con Nelson se baraja el odio y el robo

pleada sea ‘expresiva’, es decir, con signos claros de agresión, incluso de ensañamien­to. En el caso de Bilbao, la elección de las víctimas creo que tiene más que ver con el diseño del modus operandi que con las fobias del asesino”. Y recalca: “En contra de lo que se pueda pensar, a algunas personas no le hace falta odiar a alguien para matarlo”.

La mayoría de asesinos en serie son, por otro lado, muy hábiles a la hora de llevar una doble vida. Así que el hecho de que Nelson David “tenga novia y llevara una vida ‘normal’, es lo más habitual en este tipo de homicidas”, indica Vicente Garrido.

Albert Pintado dibuja un perfil en su libro de los asesinos en serie más famosos de España. Y más coincidenc­ias con el sospechoso de Bilbao: “En la mayoría de casos los criminales son hombres de entre 21 y 30 años y la práctica totalidad tenían pareja cuando cometieron los asesinatos”. Lo más complicado, por no decir imposible, apunta este criminólog­o, “es comprender qué pasa por la mente a una persona que comete crímenes tan atroces. Son comportami­entos que los humanos somos incapaces de interioriz­ar, con conductas más propias de animales”. Y lo más preocupant­e: muchos expertos coinciden en que la mayoría de estos criminales, aunque se intente rehabilita­rlos, nunca dejarán de ser asesinos en serie.c

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JUAN HERRERO / EFE

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