La Vanguardia

Mayordomos de palacio

Los Costa, los últimos sirvientes del Castillo de Peralada, ayudaron en 1939 a salvar el patrimonio del Prado

- JOSEP PLAYÀ MASET Aargelona

El original de la fotografía principal que acompaña este artículo lleva esta referencia manuscrita en el reverso: “Esperant els senyorets”.

Quienes aparecen en ella son Josep Costa Serra, Agustina Gibert Duran y Pere Costa Cros, tres de personas del servicio doméstico del castillo de Peralada. La imagen es de 1932 y se supone esperaban la llegada de Miguel Mateu – propietari­o de la factoría Hispano Suiza, que se enriqueció durante la Primera Guerra Mundial con la fabricació­n de motores de avión– y su esposa Julia Quintana.

Esta fotografía sirve también de portada del libro Una nisssaga de majordoms del Castell de Peralada. La mirada fotogràfic­a de Josep Costa Serra (1895-1976) que acaban de publicar Marc Faro Costa, nieto del último mayordomo, la periodista Anna Teixidor Colomer y Josep Teixidor Planas. El libro repasa la trayectori­a de los tres miembros de la familia Costa que durante un siglo han estado al servicio del Palaci, como ellos mismos llamaban a esta residencia veraniega por la que pasaron altos mandatario­s como el rey Alfonso XIII, Franco o Carrero Blanco.

Pere Costa Cros (1864-1949) entró con poco más de 19 años al servicio de Antoni de Rocabertí, conde de Zavellà, y su hermano Tomás, conde de Peralada, que trasladaro­n su residencia de Palma de Mallorca al castillo de Peralada. Los hermanos Rocabertí restauraro­n el castillo y crearon en él una escuela de música. Algunos detalles se han podido conocer ahora gracias a un breve dietario

de Pere Costa (Pequeña relación del ritmo de servicio que llevo en el Palacio), que se trasladó a vivir con su familia al castillo.

En 1923 el castillo y sus amplios jardines fueron comprados por Miguel Mateu y Pere Costa se mantuvo como mayordomo dando entrada también a hijo Josep Costa Serra (1895-1976) y su nuera Pilar Johera, que hacía de governanta y coordinaba las tres criadas que residían en el Castillo cuando pernoctaba­n los señores.

Josep Costa “asumió el cargo de mayordomo en un sentido muy amplio debido a sus múltiples facetas”, señalan los autores del libro. Hacía también de observador meteorológ­ico, músico, electricis­ta, apicultor y guía turístico. Josep Pla resaltó de él no solo su lealtad sino sus dotes de cicerone. “Sabía muchas cosas –escribió en Notes de Capvesprol –,ysinolas sabía las inventaba. A las peroratas, solía indefectib­lemente poner un punto divertido y a veces ligerament­e erótico, sobretodo si había señoras que lo escuchaban”.

Pero la tarea de Josep Costa destaca por otras dos facetas: su afición por la fotografía –hizo 4.000 instantáne­as de la vida en el castillo y de Peralada y su gente,

El libro recoge una selección de las más de 4.000 fotografía­s que Josep Costa hizo en Peralada y el castillo

de las que el libro recoge una selección– y su papel relevante en la preservaci­ón de las obras del Prado que en 1938 fueron trasladada­s a Peralada para evitar su destrucció­n en algún bombardeo.

Los Mateu abandonaro­n Cataforrad­or lunya al inicio de la guerra civil mientras que los Costa se quedaron para custodiar el castillo. Se negaron a entregar las llaves al comité de Peralada y consiguier­on que la Generalita­t pusiera soldados para controlar la entrada.

En abril de 1938 el castillo de Peralada fue incautado y puesto a disposició­n la Junta de Protección del Tesoro Artístico Español. Su presidente Timoteo Pérez Rubio, marido de la escritora Rosa Chacel, decidió trasladar las más importante­s obras de arte a Peralada, al castillo de Sant Ferran de Figueres y a la mina Canta, de La

Vajol. A Peralada llegan obras del Prado, El Escorial, la Academia de San Fernando y el Palacio de Líria. Y con ellas se instalan, entre otros, José Maria Giner Pantoja, vocal de la Junta Central, el conservado­r del Prado Manuel de Arpe y el

Tomás Pérez. En el viaje del tesoro artístico procedente de Valencia, un camión que llevaba los cuadros Dos de mayo en la Moncloa y Tres de mayo, de Goya, chocó contra un balcón y los óleos sufrieron rasgaduras. Fueron restaurado­s en el castillo y Pere Costa les cedió un trozo de camisa de lino hecha a mano por su esposa para eliminar un agujero.

Los cuadros estuvieron nueve meses en Peralada. Nueve días estuvo el Presidente de la República Manuel Azaña. “Cada vez que bombardeab­an en las cercanías, me desesperab­a. Temí que mi

El rasguño en un óleo de Goya dañado fue restaurado con la camisa de lino de Josep Costa

destino me hubiese traído a ver el museo hecho una hoguera” escribió. Finalmente se decidió trasladar las obras a Ginebra y los Costa hicieron lo posible para que se evacuaran también las coleccione­s de los Mateu.

El final de la guerra fue caótico y el castillo fue ocupado en la retirada por la brigada del coronel Juan Modesto. Las noticias de los bombardeos sobre Figueres y el nombramien­to de Mateu como alcalde de Barcelona elevaron la tensión. Modesto tiroteo el retablo de San Miguel Arcángel que presidía una de las salas y sus hombres provocaron un incendio.

El nieto, Pere Costa Johera, tomó el relevo en 1956 y fue el último mayordomo. Vivió en palaci hasta finales de los 70, cuando el espacio que ocupaba su familia se destinó al futuro Casino. “Todo fue inamovible durante tres generacion­es”, cuenta Pere Costa, quien a punto de cumplir los cien años ha podido explicar aún las anécdotas de toda una vida.

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