La Vanguardia

De los Alpes suizos al Port Vell

- PIE GIO GIO M. SAND I XAVI ROCA

Hace un día espléndido en las instalacio­nes del astillero MB92 Group, ubicadas en la bocana del Port Vell de Barcelona. Los trabajador­es llevan horas a pleno ritmo haciendo mantenimie­nto y refit de decenas de superyates, unas auténticas catedrales del mar que pueden llegar a superar los 100 metros de eslora.

Entre ruidos de maquinaria­s, Jean-marc Bolinger, 50 años, recién nombrado consejero delegado del grupo, mientras pasea por la esplanada y los pantalanes no duda en pararse y doblarse de rodillas para recoger pequeños restos de plásticos o papeles que se han caído accidental­mente al suelo. Un gesto natural. Y la precisión y el cuidado por los detalles que acostumbra­n a tener en su país de origen, Suiza.

Este directivo que nació en Basilea y creció en Lausana rodeado de montañas lleva ahora el timón del líder mundial de mantenimie­nto de yates de gran eslora MB92, una compañía que factura aproximada­mente 200 millones a nivel de grupo. Bolinger es políglota, ha vivido además de Suiza y España en Alemania, Portugal y Escocia. En sus inicios, tras completar los estudios, montó un empresa de accesorios para snowboard que posteriorm­ente vendió a Head, para luego dedicarse a la consultorí­a y asesoría financiera.

Aunque subraya que en su vida “siempre estuve rodeado de agua” (en su juventud practicó el windsurf en los lagos helvéticos), fue hace tan sólo un año y medio cuando entró en contacto con Pepe García Aubert, el histórico directivo de MB92, para ayudar a perfeccion­ar la compra de los astilleros de La Ciotat en Marsella (Francia), que han duplicado el tamaño del grupo. Y así, mientras Pepe Garcíaaube­rt empezó a retirarse de la compañía, le tocó hacer de capitán en un sector nuevo.

Dirigir una ciudad náutica dentro de la misma ciudad, donde trabajan más de 170 personas de forma directa, además de más de 900 proveedore­s externos que van desde la carpinterí­a hasta la electrónic­a. “Nuestro trabajo supone un desafío logístico de primera magnitud para hacer encajar todas las piezas con exigencias empresaria­les tan diferentes”, se complace . “Yo creo que la misión de un directivo consiste en motivar a sus compañeros de trabajo. Pero yo aquí me encontré con trabajador­es llenos de pasión y orgullo, que perciben el sentido de sus tareas”, subraya Bolinger.

Para cuidar de estos gigantes del mar el astillero cuenta con dos plataforma­s específica­s que levantan del agua a las embarcacio­nes. En la jerga coloquial, les llaman little brother y big brother, según el distinto tonelaje de la embarcació­n a sacar del agua. Para que se tenga una idea, la mayor tiene una longitud que supera los 100 metros, como un campo de fútbol.

Aunque es verdad que en el mundo hay poco más de 70 yates de estas caracterís­ticas, cuando se baja a los 70 metros de eslora ya se habla de unos 300. Cada uno de ellos con varios tripulante­s, que gastan y consumen en la ciudad durante su estancia en el astillero y generan impacto económico.

Dejado atrás el bajón de la pandemia, que incidió en la facturació­n pero al mismo tiempo acercó un público nuevo hacia estas residencia­s de lujo flotantes, Bolinger quiere impulsar ahora el crecimient­o de la compañía –tal vez con futuras adquisicio­nes–, enfocarse todavía más hacia la sostenibil­idad y la digitaliza­ción, y aprovechar el ecosistema de una ciudad como Barcelona. En este sentido, la futura edición de la Copa del América representa, en sus palabras, otra posible palanca para el negocio, porque atraerá a apasionado­s de la náutica con poder adquisitiv­o.

Una decisión personal, la de instalarse en la capital catalana, llena de retos también personales. Bolinger está totalmente volcado en su trabajo. Todavía vive en un hotel, alterna sus estancias entre Barcelona y Marsella y el fin de semana vuelve a Colonia, en Alemania, donde aún reside su familia, con dos hijos de 10 y 13 años a la espera de mudarse. “La verdad es que no tengo tiempo para sentirme solo”, bromea, mientras el sol golpea los cristales de las ventanas de su oficina, con vistas a Montjuïc, y los mástiles de los barcos. Ya no quedan papeles en el suelo.

Este ejecutivo helvético dirige la empresa líder mundial en mantenimie­nto de yates

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