Kentridge se sirve de ‘Wozzeck’ para criticar en el Liceu lo absurdo de la guerra
El artista visual retoma el montaje de la ópera de Berg que estrenó en Salzburgo
El artista William Kentridge (Johannesburgo, 1955), reconocido internacionalmente por sus dibujos, películas o producciones teatrales y de ópera, vuelve a estar presente en Barcelona tras la exposición que le dedicó el CCCB en la pandemia. A partir del domingo –o del viernes, contando la función Under 35– llega al Liceu su celebrada Wozzeck, la ópera de Alban Berg cuyo montaje estrenó en Salzburgo hace un lustro. El Gran Teatre programa seis funciones de este cuarto y último título del siglo XX de su temporada.
No es la primera ópera con la que se atreve Kentridge, ni siquiera su primer Berg, pues ya montó Lulu o La nariz de Shostakóvich. Sin embargo, la crítica al absurdo y la crueldad de la guerra que hace en la ya militar Wozzeck tiene un reflejo en la actual Ucrania.
Aunque la tragedia inconclusa del dramaturgo Georg Büchner en la que se basa Berg es del 1830, Kentridge sitúa la acción en la Gran Guerra –momento en que el compositor la escribe–, con toda la maquinaria de violencia e industrialización bélica. Y no tiene que esforzarse: solo ha de subrayar la desesperación y deshumanización que apunta la ópera, la primera y más conocida de Berg, que versa sobre la miserable cotidianidad de un soldado reducido a objeto por la clase dominante. Al verse engañado por su esposa se desencadenará la tragedia.
“En su original, Büchner prefigura visuales que no podían suceder en 1830, como que se abriera la tierra o la cabeza de una persona. O que las nubes se tiñeran de sangre. Solo después, viendo las bombas, se entiende que era premonitorio”, apuntaba Víctor García de Gomar, director artístico del Liceu, al presentar la ópera.
Para Josep Pons, director musical, esta es una obra perfecta y “sigue siendo la más difícil del repertorio”. “Es compleja y complicada y aporta un drama aún no visto: el de la gente real. Dentro de una gran fluidez dramática continuada, hay una sucesión de estilos que obedecen al guion y a diferentes necesidades anímicas”, añade.
Musicalmente Pons se enfrenta a un visionario, pues Berg no tenía elementos para escribir cómo se haría en la actualidad, tras los Ligeti, Stockhausen, Berio... “Es infinitamente más rítmico que Stravinski –indica–, y en lo armónico juega con partes tonales, otras atonales y el incipiente dodecafonismo de Schönberg. Solo Bach nos daría semejante riqueza de elementos internos perfectos”.
Matthias Goerne es un Wozzeck único en esa producción que ya cantó en Salzburg y que para el barítono alemán es, en los aspectos teatrales, el “clímax total”. “Es una tragedia que encaja y refleja la de nuestro mundo actual. Parece hecha para la actual situación de guerra”, asegura.
La soprano Annemarie Kremer, que sustituye por cuestiones de salud a Elena Zhidkova en el papel de Marie, describe cuán extrema es la forma en que Berg escribe para las voces. “Utiliza el sprechgesang con tonos muy agudos y graves en todas las partes. Y sin distancia entre las notas y las palabras: hay que aprenderlo todo a la vez. Pero al final te metes en el mundo del compositor”. Su Marie tiene un toque feminista, dice. “Es atrevida, apasionada, expresiva= y escapa de las maldades que hace Wozzeck con su salud mental”.
En ausencia de Kentridge, que ha volado a Nueva York antes de regresar al Liceu, el codirector de escena, Luc de Wit, describe el set como un paisaje bombardeado en algún lugar de Flandes. Un set que, envuelto por las proyecciones, pasa de ser la casa de Marie a los exteriores, o a ese mundo visto por Wozzeck. Y hay una tercera capa: los comentarios de Kentridge. “La base del teatro del absurdo de Büchner se percibe, pero a veces la realidad supera el absurdo del teatro, y este es el caso”, dice.
“Parece hecha para la actual situación bélica”, dice el barítono Goerne, que da vida al soldado protagonista