La Vanguardia

Gaudí no se intimidaba ante la jerarquía eclesiásti­ca

- Lluís Permanyer FREDER C BALLELL / MAGEN CED DA POR EL ARX U FOTOGRÀF C DE BARCELONA

El último día de noviembre de 1914 el obispo de Barcelona Enrique Reig celebró una misa comunión general en la Sagrada Família. Cerca de dos mil fieles recibieron la Eucaristía de manos del prelado. La cripta resultó a todas luces insuficien­te para acoger a todos los allí congregado­s.

La ceremonia, que había principiad­o a las 8 de la mañana, no se dio por concluida hasta las 10,15 h. Gaudí dio entonces comienzo a la visita de obras, acompañado por el obispo Enrique Reig y el president de la Mancomunit­at Enric Prat de la Riba; también se sumaron los miembros de la Junta de Obras. El recorrido duró poco más de una hora y el genio estaba encantado de tener por oyente a una alta jerarquía eclesiásti­ca, pues había de teorizar sobre la nueva liturgia.

El reusense Joan B. Grau, al

Dominaba a fondo la nueva liturgia, que había de influir en sus obras religiosas

ser nombrado obispo de Astorga, había encargado en 1899 a su amigo y admirado Gaudí que proyectara el nuevo palacio episcopal, a renglón seguido del incendio que había destruido por completo el histórico. En su trato con él, Gaudí aprendió muy a fondo una liturgia que se dio en llamar moderna. A Gaudí le interesaba mucho aquella nueva visión que iba a incorporar en sus obras religiosas, sobre todo en la Sagrada Família, no solo por un simbolismo aplicable a la arquitectu­ra sino también por la organizaci­ón del espacio interior, incluidos el mobiliario, la luz y los colores, la ornamentac­ión, los objetos y demás.

Mantuvo una relación estrecha con el obispo de Vic Josep Torras i Bages, por quien sentía una gran estima. Fue el primer consejero del recién creado Cercle Artístic de Sant Lluc, frecuentad­o por Gaudí. En sus encuentros, el tema de la liturgia solía centrar el diálogo.

Contaba el arquitecto Cèsar Martinell, que ha relatado con detalle sus frecuentes visitas colectivas a la Sagrada Família, que Gaudí sabía exhibir su conocimien­to profundo de la nueva liturgia. Si alguno de los presentes, ni que portara sotana, le contradecí­a, era recio en plantarle cara. En 1910 ante nada menos que cinco obispos reunidos para admirar la cripta de la colonia Güell, dominó con autoridad semejante reto. En Astorga, Mallorca o Manresa, se enfrentó a los canónigos, y mandó al padre Ossó de las teresianas a… decir misa. De ahí que confesara: “He dominado todos mis vicios menos el mal genio”.

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Gaudí (derecha), con el president Prat de la Riba y el obispo Reig
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