La Vanguardia

Actualidad de Víctor Balaguer

- Julià Guillamon

Víctor Balaguer (1824-1901) fue un poeta de la Renaixença en castellano (bautizó las calles del Eixample con referencia­s a la Catalunya imperial: Rosselló, Provença, Sicília, Sardenya) y ministro de ultramar del gobierno de España. Era amigo de la heredera de can Blanch y venía a Arbúcies con sus amigos. Acompañó al pintor Anglada Camarasa, que pintó uno de los cuadros suyos que más me gustan: unas piedras musgosas, tan diferentes de las fantasías de la época de París. También invitó al cocinero de la casa real. El pastor que clavaba las picas en torno a los prados donde pacía el rebaño (el piconaire), probó el pa de

pessic y conseguió que el cocinero le facilitara la receta. Por eso el pa de pessic, en Arbúcies, se vendía en la pastelería can Piconaire (más tarde también en can Mir). Balaguer escribió un libro sobre sus aventuras en el Montseny, Al pie de la encina (1893). Contiene el núcleo de una comedia sobre esa época tan misteriosa, el siglo XIX, con unos propietari­os ricos, un poeta en castellano que es ministro de Filipinas, un pastor sagaz y un pintor que aún no se ha vuelto esteticist­a. He trabado amistad con Marta Dalmau, que ha convertido can Blanch en una explotació­n agropecuar­ia moderna y puedo ir de cuando en cuando a la finca y respirar el mismo aire que el señor ministro.

El campo de amapolas. Tere Recarens, una artista catalana que vive en Berlín, se ha apuntado a la campaña anticampos de colza que inició con un tuit Jair Domínguez. Toda la gente sacándose fotos ante los campos amarillos de flor de colza, cursilones, sin imaginació­n alguna. “¿Te acuerdas de aquel campo de amapolas que había hace años?” Tere –le digo– ¡ese campo aparece en El pie de la encina! ¡El poeta Balaguer le dice a Anglada Camarasa que por que no lo pinta! “No me atrevo, me dijo. Si lo pintaba tal como es, lo creerían exagerado hijo de mi fantasía, y no copia del natural”. Cuanto daño ha hecho la fotografía digital.

Herrerillo­s flamencos. En Al pie de encina Balaguer cuenta que una noche la chica de can Blanch cantó unas arias acompañada por un pianista. Los ruiseñores se acercan a la casa, empiezan a competir con su canto y montan tal algarabía que obligan a terminar el concierto. Estos días me ha pasado algo parecido. En el balcón tengo un bol con agua y migas de pan para los herrerillo­s. El otro día escuchábam­os en el tocadiscos

Fuente y caudal de Paco de Lucía. Un herrerillo subió a la barandilla y empezó a trinar rivalizand­o con los arabescos de la guitarra.fue alucinante. Por cierto: qué maravilla un ruiseñor. ¡Un pájaro que canta de noche y duerme de día! En la poesía trovadores­ca, el amante abandona la cama de la señora cuando el ruiseñor se retira y empieza a cantar la alondra. Se podría escribir una versión bien moderna y divertida con una pareja de amantes y un marido que trabaja en una embotellad­ora, en el turno de noche. Beban mucha agua (que hace mucho calor) y hasta la próxima semana.

Tere Recarens, una artista catalana que vive en Berlín, se ha apuntado a la campaña anticampos de colza

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