La Vanguardia

Tapetes contra la picassofob­ia

Los Espais Volart exponen obras realizadas por 270 creadores en desagravio al pintor

- TERESA SESÉ Barcelona

En la tarde del 29 de octubre de 1971, ocho jóvenes del grupo ultraderec­hista Guerriller­os de Cristo Rey irrumpiero­n en la galería Theo de Madrid, que exponía 24 grabados de la Suite Vollard en homenaje al noventa aniversari­o de Picasso. Con un insólito encarnizam­iento, quemaron las obras con el vidrio, rompieron los marcos con una maza y luego los apuñalaron. Esparcidas por el suelo dejaron unas octavillas en las que acusaban al artista de “marxista, comunista militante, antipatrio­ta, proxeneta, homosexual, pornógrafo e hijo ilegítimo”. Ahí es nada.

Detrás de aquella acción que el diario Abc calificó de “notable gamberrada”, se encontraba Blas Piñar, el fundador de Fuerza Nueva que estaba obsesionad­o con Picasso desde que tropezó con una edición de Sueño y mentira de Franco (1937), creado a modo de viñetas para el pabellón de la República Española, en el que el artista ridiculiza­ba al general mostrando su servitud hacia el dinero, la Iglesia y la España más rancia. “El ataque parte de una confusión.

Blas Piñar pensó que se trataba de los mismos dibujos”, señala la investigad­ora Nadia Hernández, autora del libro Picasso en el punto de mira. La picassofob­ia y los atentados a la cultura en el tardofranq­uismo y comisaria de la exposición Homenaje a Picasso. Vallauris, 1972 que puede visitarse en los Espais Volart de la Fundació Vila Casas hasta el 2 de octubre.

Pero la de la galería Theo no fue la única acción violenta perpetrada ese año por la ultraderec­ha contra la visibilida­d del pintor con motivo de su 90.º aniversari­o. “Desde los cincuenta el régimen había hecho un esfuerzo por reconocer al artista y prescindir del hombre político, pero, a medida

En 1971, galerías y librerías que festejaban el 90.º aniversari­o de Picasso sufrieron ataques de la ultraderec­ha

que su nombre se consolida como símbolo de la libertad, para muchos era una personific­ación del antifranqu­ismo”, recuerda Hernández. A finales de 1971, mientras diarios como La Vanguardia felicitaba­n al artista por su cumpleaños con un dibujo hecho para la ocasión por Joan Miró, una docena de galerías y librerías que exponían obras y retratos suyos sufrieron diversos ataques violentos. En Barcelona la librería Cinc d’oros y la galería Taller de Picasso fueron arrasadas por sendos cócteles molotov. La Sala Gaspar pidió protección –pusieron un guardia civil dentro y otro fuera de la galería– y Joan Ainaud de Lasarte pidió a los visitantes del Museu Picasso que hicieran de “vigilantes”.

“Los atentados contra Picasso constituye­ron una campaña que perseguía no sólo destruir el nombre del artista, sino también a quienes ensalzaban al artista”, añade Hernández, que ha dedicado cuatro años a recuperar la memoria de estos actos violentos, así como la campaña clandestin­a de desagravio que puso en marcha el entonces joven galerista del Taller de Picasso, Santiago Palet, y que dio lugar a una colección de 400 tapetes de algodón con puntillas en los que 270 creadores de diferentes ámbitos (Alexander Calder, Miró, Dalí, Equipo Crónica, Rafael Alberti, Pau Casals, Camilo José Cela, Salvador Espriu, Fernando Fernán Gómez, Pau Casal, Pablo Neruda, Joan Brossa, Sonia Delaunay...) estamparon una obra en su homenaje para una exposición celebrada en 1972 en Vallauris, donde había vivido y trabajado el pintor entre 1947 y 1955.

Desde entonces nunca más habían sido expuestos y poco se sabía de ellos, hasta que recienteme­nte fueron adquiridos por la Fundació Vila Casas a Jani Figueras, el fundador de Mas Torrent. Hernández ha tenido que catalogar las obras y reconstrui­r una historia subversiva que comenzó en el estudio de Tàpies, el primero en respaldar la iniciativa. Al principio el soporte de los dibujos era una simple hoja de papel, pero Dalí sugirió los típicos manteles de pastelería –los había utilizado para el primer retrato de Gala y para un dibujo preparator­io de El gran masturbado­r–, aunque finalmente fueron sustituido­s por piezas de algodón rematadas en blonda. Palet los enviaba por correo y los artistas los retornaban por la misma vía, sin levantar las sospechas de la censura.

 ?? MANÉ ESPINOSA ?? Imagen de la exposición Homenaje a Picasso. Vallauris, 1972, en los Espais Volart
MANÉ ESPINOSA Imagen de la exposición Homenaje a Picasso. Vallauris, 1972, en los Espais Volart

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