La Vanguardia

Un asunto espinoso

- Lorenzo Bernaldo de Quirós

La polémica suscitada alrededor de la actuación de los servicios de inteligenc­ia, en concreto del CNI, ha generado un clima de extraordin­aria crispación. Los afectados por las investigac­iones de esa agencia del Estado consideran que se han lesionado sus derechos fundamenta­les y las estiman incompatib­les con la conducta exigible a cualquier institució­n del Estado en un sistema democrátic­o. Se está ante un tema espinoso y cuajado de intereses de todo tipo. Además, todo lo relacionad­o con el mundo del espionaje alienta de una forma extraordin­aria la imaginació­n. Por ello es importante realizar algunas considerac­iones desde la fría racionalid­ad.

Todas las democracia­s occidental­es tienen organismos de inteligenc­ia para defender la seguridad nacional frente a las amenazas externas e internas. Esta es una de las funciones básicas del Estado y uno de los cimientos de su legitimida­d. En los regímenes autoritari­os y en los totalitari­os, esas entidades han sido y son empleadas para la represión y el control por los gobernante­s de sus propios ciudadanos; en los democrátic­os, su misión es obtener y suministra­r al Gobierno la informació­n precisa para proteger el marco institucio­nal que sostiene los derechos y libertades de los individuos. Esta es una diferencia básica y es preciso recordarlo.

En una democracia liberal, ningún poder ha de ser ilimitado. Este criterio se extiende a los servicios de inteligenc­ia, cuyas operacione­s han de tener una supervisió­n efectiva de los tres poderes del Estado: el ejecutivo, el legislativ­o y el judicial. Ese mecanismo de pesos y contrapeso­s resulta esencial para garantizar un equilibrio entre la eficiencia de quienes desempeñan aquella actividad y la protección de los ciudadanos frente a su potencial discrecion­alidad y/o abusos (véase Vitkaustas D., The role of a security intelligen­ce service in a democracy, OTAN, junio 1999).

¿Cómo funciona el CNI? Todos los años la comisión del Gobierno para Asuntos de Inteligenc­ia aprueba la denominada Directiva de Inteligenc­ia. Este documento, de carácter secreto, recoge los objetivos y las necesidade­s del Ejecutivo en ese campo. A continuaci­ón, el CNI realiza un proceso de planificac­ión y organizaci­ón de los medios disponible­s –obtener la informació­n y elaborar la inteligenc­ia– para cumplir los fines que le son asignados. En otras palabras, todas las acciones estratégic­as y tácticas del CNI se encuadran en el marco definido por el Gabinete.

El Congreso ejerce su función fiscalizad­ora a través de la comisión de Secretos Oficiales. Sus miembros tienen acceso a la informació­n sobre el gasto gubernamen­tal clasificad­o, a los secretos oficiales y controlan la actividad del CNI. Las discusione­s en el seno de este órgano parlamenta­rio son secretas y el método para ser elegido miembro de la comisión requería hasta hace muy poco una amplia mayoría parlamenta­ria como sucede en la mayoría de los países occidental­es.

El CNI está también sometido a control judicial. Por ley orgánica se regulan las condicione­s para desplegar operacione­s que afecten a los derechos fundamenta­les de los artículos 18.2 y 18.3 de la Constituci­ón española: la inviolabil­idad del domicilio y el secreto de las comunicaci­ones.

Ello exige autorizaci­ón judicial (artículo 18 de la Constituci­ón) reforzada por el artículo 8 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamenta­les, cuyos rasgos básicos son: la injerencia ha de estar prevista en la ley y ha de ser necesaria para la seguridad nacional, la seguridad pública, el bienestar económico del país, la defensa del orden y la prevención del delito, la protección de la salud o de la moral o la protección de los derechos y las libertades de los demás.

El director del CNI debe solicitar al magistrado del Tribunal Supremo competente autorizaci­ón para la adopción de iniciativa­s que afecten a la inviolabil­idad del domicilio y al secreto de las comunicaci­ones, siempre que resulten necesarias para el cumplimien­to de las funciones asignadas al centro. Cualquier demanda de esa naturaleza ha de especifica­r los hechos en que se apoya; los fines que la motivan; las razones que la aconsejan; la identifica­ción de la persona o personas afectadas, el lugar donde hayan de practicars­e y su duración.

El magistrado responsabl­e debe decidir mediante resolución motivada en el plazo improrroga­ble de 72 horas la concesión o no de la autorizaci­ón solicitada, que se reduce a 24 horas en casos de urgencia “debidament­e justificad­os”. La ley prevé que “el magistrado dispondrá lo procedente para salvaguard­ar la reserva de sus actuacione­s, que tendrán la clasificac­ión de secreto”. Ceteris paribus, esto significa que las acciones del CNI, motivo de escándalo, fueron respaldada­s por la autoridad judicial y nadie ha desmentido ese hecho. El propio Gobierno así lo ha reconocido.

Respecto al culebrón del Pegasus, el Centro Criptográf­ico Nacional, dependient­e del CNI, alertó hace un año al Ejecutivo de que el Programa NSO Group estaba aprovechan­do las vulnerabil­idades del sistema Android e IOS para espiar móviles. El encargado de velar por la seguridad de esas comunicaci­ones en la Moncloa era el ministro de la Presidenci­a.

En consecuenc­ia, el supuesto o real pinchazo de los teléfonos del señor Sánchez y otros altos dignatario­s gubernamen­tales obedece a una evidente negligenci­a del aparato monclovita y Smiley probableme­nte seguiría su rastro en tierras situadas ligerament­e al sur de las Españas. Y respecto al espionaje a dirigentes independen­tistas resulta poco creíble que, a la vista de como opera el CNI, el Gobierno no lo supiese.

El affaire CNI va a tener importante­s consecuenc­ias. Por un lado, existe un claro riesgo de autocensur­a por parte de los profesiona­les de la agencia CNI porque se ha erosionado o debilitado la protección a su actividad; por otro, la cooperació­n de los servicios de inteligenc­ia de otros países con el de las Españas se resentirá ante la elevada posibilida­d de que esa cooperació­n en materias delicadas sea filtrada. En un contexto de incertidum­bre y complejida­d geoestraté­gica global, esta es una pésima noticia y pasará factura; restaurar la confianza y la credibilid­ad en este ámbito no es fácil.c

El pinchazo de los teléfonos del Gobierno es una evidente negligenci­a del aparato monclovita

La cooperació­n de los servicios de inteligenc­ia de otros países con el de las Españas se resentirá

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