La Vanguardia

Las mujeres no existen

- Susana Quadrado

Esta no es una columna sobre mujeres políticas ni políticas de mujeres. O sí, decidan ustedes. Como otras de mi condición y género, yo tampoco me explico cómo hemos podido sobrevivir las mujeres con la regla y sin Irene Montero tantos años, sufriendo en silencio en el trabajo y apareciend­o en los anuncios de Ausonia siempre dando saltos de alegría.

Lo de la baja por reglas dolorosas puede considerar­se un avance si es que aún quedaba algún médico reacio a firmar el permiso ante una dolencia ginecológi­ca incapacita­nte. Si la nueva ley ha de sacar a la endometrio­sis del ostracismo, bienvenida sea. Pero no nos pasemos, ministra: ni se ha planteado nada revolucion­ario ni la batalla feminista está ahí.

Esta semana se ha hablado de la menstruaci­ón con normalidad, algo que no suele suceder creo más por pudor que por estigma. Una cosa es legislar sobre las brechas de género y educar en la salud sexual, y otra distinta abusar del activismo retórico que practica de forma abnegada Podemos y un sector de la izquierda.

Cada cual es libre de vivir su género como le dé la realísima gana, faltaría, pero según qué discursos conducen a la peligrosa conclusión de que hay que recuperar la idea del sexo débil, discutir la identidad biológica o aliñar la educación en salud sexual con un idea naif de lo que es la vida sostenible. Ahí no veo progresism­o, sino una deriva tan paternalis­ta como reaccionar­ia.

El asunto no se queda solo en la regla. Gracias a la última idea que han tenido estas gurús ideológica­s, las mujeres ya no existen. No como tales. Ahora somos “personas menstruant­es”. A veces tengo la sensación de que el colectivo, bonito concepto, estamos incubando un virus autoinmune, que nos ataca a nosotras mismas. No parece tan difícil entender que hay mujeres que menstrúan y otras que no, pero que las mujeres somos mujeres, y punto. Lo escribo tal cual aun a riesgo de que me llamen transfóbic­a.

A tanto disparate se ha apuntado la consellera Tània Verge, de Igualtat i Feminismes. Suya ha sido la iniciativa de repartir un estuche a las chicas de tercero de ESO con una copa menstrual y, atención aquí, una compresa lavable y unas bragas absorbente­s del tamaño de las de mi abuela. Todas sabemos que las adolescent­es, con esas terribles reglas abundantes, estarán encantadas con esos productos tan cómodos, prácticos y manejables

La nueva ‘revolución feminista’ se cuece entre “personas menstruant­es” y compresas lavables

en las largas mañanas de instituto.

Explica la militancia neofeminis­ta que hay que conciencia­r a las nuevas generacion­es sobre las miles de toneladas de residuos que generan compresas y tampones desechable­s. Parece que si los usas y aunque seas la mismísima Louis Gibbs de tu barrio, eres culpable del avance del cambio climático. Todo, lavable. También los pañales de los bebés. Ya puestos, podríamos deshacerno­s de la lavadora, que muy sostenible tampoco es. Volvamos al lavado a mano y a la piedra pómez, y a frotar hasta dejarnos la piel. Volvamos a la caverna. Será un viaje triunfal.

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