La Vanguardia

No salgáis a sufrir

- David Carabén

Ayer se cumplió el treinta aniversari­o de la final en la que el Barça ganó su primera Liga de Campeones, en el estadio de Wembley, contra la Sampdoria. Es por este motivo que el lunes Els amics de Johan celebraron un acto conmemorat­ivo en el Auditorio Mediapro, conducido por Jordi Basté y con una nutrida presencia de jugadores del Dream Team y la familia del homenajead­o.

“Ya hace seis años que Johan decidió que ya tenía bastante. Ya hace seis años que nosotros decidimos que queríamos más”, empezó diciendo Xavi Torres. Más allá de la estima y del afecto, en los personajes que añoras siempre hay algo de extraordin­ario, alguna cosa que, después de perderlos, te ha costado mucho recuperar, si es que lo has podido encontrar de nuevo. En cada recuerdo que dedicamos a Johan Cruyff hay esta indagación, nos volvemos a preguntar qué demonios era aquello que lo hacía único, y que todavía nos habla, que todavía nos convoca.

David Torras rompió el hielo recordando el mítico discurso del míster en el vestuario, antes de que el Barça saliera al césped, aquel 20 de mayo de 1992: “Disfrutad de este momento. Mirad el campo, el césped, la gente, todo. Solo por eso vale la pena haber llegado hasta aquí. No salgáis a sufrir. No tendría sentido todo este esfuerzo por sufrir. Disfrutad”. Sin entretener­se mucho, Torras puso en entredicho la literalida­d del “salir y disfrutar” que, como el “Sue Ellen, eres un pendón” de JR, en la serie Dallas, se ve que nunca salió de la boca de JC. Sin embargo, “no salgáis a sufrir” me parece una frase tan o más acertada, tan o más valiente y tan o más cruyffista que “el salir y disfrutar”. Sobre todo, después de constatar, porque así lo fueron admitiendo casi todos los miembros de aquel equipo glorioso que, después del discurso, de hecho nadie disfrutó mucho de aquel partido, sino que lo sufrieron de lo lindo.

Entre la gente del espectácul­o es un lugar común eso de aceptar la desazón de antes de subir encima del escenario. Cuando no hay nervios, mala señal. Aprender a disfrutar de esta situación de extrema responsabi­lidad, ser feliz en la tensión, seguir jugando cuando te puede ir la vida, es haber accedido a un nivel de ejecución altísimo, y segurament­e el primer paso hacia la excelencia. Pero no hay que ponerse dramático. Aplicarnos “el no salir a sufrir” cada día, delante del espejo, antes de salir de casa, seguro que también funciona. Al final del acto, que podéis recuperar en la web de TV3, José Mari Bakero nos regaló una reflexión magnífica sobre la bipolarida­d de Cruyff en el trato directo. Afectuoso y tierno cuando los invitaba a cenar en su casa, al día siguiente no renunciaba a tratarlos con dureza en el entrenamie­nto. Ya es eso. Añoramos a aquellos a quienes nunca queríamos decepciona­r.

Nos volvemos a preguntar qué demonios era aquello que hacía único a Johan Cruyff

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